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Mi vida volvió a la normalidad la mañana siguiente. Había dormido en casa de Erwin, un sueño reparador. Me acompañó y subió mi bolsa de viaje a casa en lo que yo me reencontraba con La Gente. No había tenido que pedirle que me dejara sola, lo había comprendido por sí mismo. Primer alivio, todo seguía intacto. Mike no se había desecho de nada durante mi ausencia y el local estaba limpio. Le habría supuesto un gran esfuerzo y me exigiría sin duda alguna compensación, ¡o una extra! Segundo alivio, y no de los pequeños: me sentía bien allí, me gustaba la idea de volver al trabajo. Mi paso por Irlanda no había roto el lazo entre La Gente y yo. Erwin llamó a la puerta trasera, fui a abrirle.

—Gracias —le dije antes de besarle—. ¿Tienes tiempo para tomarte un café conmigo?

— ¡Qué clase de pregunta es esa!

Nos instalamos en la barra, uno al lado del otro. Erwin se giró hacia mí, me acarició la mejilla y tomó una de mis manos.

— ¿Estás bien?

—Sí, te lo prometo.

—Entonces, ¿no te arrepientes?

—Ni por un solo segundo.

—Mejor... ¿Y el niño?

—Oh..., Declan..., me las arreglé. Fue mejor de lo que pensaba.

—Quizás porque conocías a su padre.

—Y a toda su familia. No sé..., es adorable... Bueno, todavía le queda por sufrir. Murel está haciendo de abuela... Cuando ella se marche...

Mi voz flaqueó.

—No pienses en ello.

—Tienes razón.

—Lo principal es que hayas recuperado la relación con tus amigos. Ahora es cosa tuya mantener el contacto.

Acabó su café y se dispuso a marcharse.

— ¡No me queda otra!

Me estrujó contra él y le acompañé a la calle.

— ¿Te gustaría ir al cine esta noche? —propuso.

— ¿Por qué no? Pero dormimos en mi casa.

—De acuerdo.

Me besó y se fue caminando a su consulta.

Como imaginaba, Mike se escapó buena parte de la jornada. Llegó sin demasiada prisa sobre las tres de la tarde.

— ¡La patrona espanta a la clientela! Había más gente aquí cuando yo estaba en la barra.

— ¡Yo también me alegro de verte, Mike!

Me dio un beso en la mejilla, se sirvió un café y se acomodó en la barra para observarme.

— ¿Qué haces? —le pregunté.

—Compruebo tu estado...

— ¿Veredicto?

—Por fuera, pasas la inspección técnica. Debiste de llorar tanto ayer que caíste rendida en la cama, lo que te permite lucir una piel fresca y que los ojos no estén hinchados. Por dentro, sin embargo..., no queda tan claro que todo esté en orden.

—Efectivamente, no puedo ocultarte que resultó bastante violento despedirme de Murel. No la volveré a ver nunca más... ¿te das cuenta?

Asintió con la cabeza.

—En cuanto al resto, he vuelto en plena forma: he tomado el aire, me he divertido con Isabel. En fin, ¡la felicidad!

— ¿Y Levi?

-Levihan- La vida vale la pena, ya verásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora