Epílogo

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Más de tres meses viviendo en Mulranny, y cada día con más sensación de sentirme en casa.

Mi vida me parecía simple, natural, no me hacía preguntas, solamente vivía, sin arrepentimientos. Pensaba con regularidad en La Gente, y mentiría si dijese que no tenía algunas veces un nudo en el estómago. Aunque se me pasaba rápido, y la idea de abrir una pequeña librería crecía en mi mente... pero sin ninguna prisa.

Hablaba por teléfono con Mike.
¡Imposible hacerle callar!

Se repetía sin cansancio, rumiaba las reacciones, lo que hacía y los gestos de Frédéric, que le dejaba en ascuas durante días y días. Mi mejor amigo estaba obsesionado, era la primera vez que le pasaba; parecía un adolescente que vivía su primer amor.

—Te lo juro, no aguanto más... Ayer por la noche, estaba convencido de que por fin iba a dar el paso..., y nada, ¡me dejó plantado en la puerta de mi casa!

—¿Y por qué no das tú el primer paso?

—Bah, no me atrevo.

Miré al cielo aguantando la risa.

—¡No te rías de mí!

—No puedo evitarlo, lo siento...

La puerta de entrada se cerró a mis espaldas, miré por encima del hombro; Levi volvía de terminar su reportaje, empapado de pies a cabeza.

Soltó secamente su bolsa con el material y se deshizo de su gabardina refunfuñando. Después me vio y avanzó hacia mí, con el rostro contraído todavía.

Al llegar al sofá se inclinó y me besó en la sien suspirando. Me murmuró al oído: «¿Mike?». Asentí con la cabeza.

Esbozó una sonrisa sarcástica.

—¡Eh! Hange, ¿sigues ahí o qué? —vociferó Mike al teléfono.

—Perdona, Levi acaba de llegar.

—Bien. Lo entiendo. Te llamaré mañana.

Me colgó en las narices y dejé caer el celular a mi lado. Levi seguía sin moverse, con las manos a cada lado de mi cuerpo, apoyadas en el respaldo del sofá.

—Voy a terminar por pensar que le doy miedo... Siempre corta la conversación en cuanto sabe que estoy aquí.

—No, quiere dejarnos tranquilos. Además, hablo con él casi todos los días, así que...

Levi me hizo callar con un beso.

—Hola —me dijo al separar sus labios de los míos.

—No te he oído salir esta mañana... ¿Has tenido un buen día?

—Perfecto, hacía el tiempo ideal para lo que quería hacer.

—¿Y por eso estás de mal humor?

—¿Más que de costumbre?

—No —respondí riendo.

Me besó una vez más antes de levantarse. Yo también me incorporé. Se cambió el suéter por uno seco antes de servirse un café.

—Dentro de cinco minutos me voy a buscar a Declan.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, después tengo que pasar a ver a Jack y voy a hacer algunas compras.

Se acercó a mí, me acarició la mejilla y frunció el ceño.

—¿Estás cansada?

—No..., ¿cómo podría estarlo?

-Levihan- La vida vale la pena, ya verásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora