Prólogo

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Por fin, luego de tanto tiempo de una delirante cesantía más súbitos cortes de corriente y agua continuos a su hogar por no pagar a tiempo, había conseguido un pequeño trabajo, bueno, quizás no tan pequeño para todo el mundo pero a ella le gustaba bajarle el perfil a la situación cada vez que podía. Se trataba de un trabajo en la famosa revista GQ como fotógrafa, no la oficial ni la más conocida del lugar, de hecho, su nombre casi nunca podía ser visto en las revistas pero era algo.

Ella sabía que si tenía la oportunidad de aparecer, compraría el ejemplar y lo dejaría en un cajón, abandonado, sin siquiera leerlo, como un recuerdo o una reliquia, Algún día tendré a alguien a quien impresionar con ese nombre en el papel a un costado de maravillosos famosos en alta calidad pensaba cada vez que esa idea saltaba en su mente, aunque no creía que eso realmente fuera a pasar, además, su meta era llegar a ser fotógrafa independiente, tener una galería, hacer trabajos específicos fuera de una empresa, pero como recién estaba comenzando necesitaba ganarse su lugar en el mundo de las imágenes antes de dar el gran salto.

Una de las particularidades que le sucedieron cuando comenzó a estabilizarse en la revista, casi cumpliendo un año en ella, tranquila, con las cuentas del departamento en el que vivía al día, fue cuando le pidieron que viajara de urgencia a Francia, pues la sucursal de GQ de ese país —tanto o más prestigiosa que la de Inglaterra— tuvo algunos percances con una sesión fotográfica en específico.

Lo que más le sorprendió de aquella situación fue que gracias a ese trabajo que había encontrado casi de milagro, luego de pasarse noches enteras en vela buscando, luego de ir a cientos de entrevistas recibiendo rechazos y ofertas que no encajaban con su panorama, podría ir a Francia, podría salir por primera vez de su querido país de origen.

Y no lo sabía pero tendría toda una aventura por delante.

El primer día en París no fue nada de lo que pensó —o soñó—, se había despertado un poco tarde y tuvo que correr, literalmente, para llegar a la primera reunión del día antes de la sesión, no le habían dejado ni siquiera un solo día para conocer, era ir, hacer su trabajo, y volver, nada más, nada menos.

Esa mañana estaba bastante fría para ser época de verano pero así supuso que era el clima de Francia. Se compró un café en el local más vacío que encontró frente al gran edificio de GQ para no demorarse más y al poco rato entraba en él con el vaso en la mano, admirándolo todo, de hecho, desde que había puesto un pie por primera vez en aquel romántico país no había dejado de admirar cada cosa que en él había, ya fuera un edificio ultra tecnológico o la vista de la torre Eiffel que tenía desde la ventana de su habitación de hotel.

Sonreía y no solo por estar en ese lugar tan fascinante sino que porque ese día no era un día común para ella, era un día que probablemente marcaría en el calendario para toda la vida; ese día no se dedicaría a revelar, editar o arreglar la luz en fotos ya tomadas como siempre sino que iba a salir con el equipo a hacer unas tomas como la fotógrafa principal, es decir, ¡trabajo de campo!, se dijo en su interior, entusiasta aunque algo nerviosa ya que la habían enviado sola y no conocía a nadie.

Lo único que sabía y le habían informado con anticipación era que iban a fotografiar nada más y nada menos que al vocalista de los Arctic Monkeys, Alex Turner, en una locación árida que no tenía idea dónde quedaba pero supuso que ya lo averiguaría.

—Bien, bien, bien, muchacha, puntual y con una sonrisa en el rostro —un estrafalario hombre con buen gusto al momento de usar trajes oscuros y un poco brusco a la hora de saludar con entusiasmo, le palmeó la espalda y casi la hace botar todo el café con vainilla que había pedido en la cafetería de al frente. Por suerte lo había salvado y se había aferrado a él con su vida mientras el hombre se dedicaba a saludarla con sus especiales y enardecidos golpecitos en la espalda. Él era el jefe de fotografía de GQ Francia y lo había conocido el día anterior cortamente cuando apenas pisó el país la citaron a una pequeña reunión introductoria por la noche antes de quedarse dormida en cualquier lugar de cansada—. El equipo está en la sala de edición, tercer piso a tú derecha, nos vamos en treinta en una van que nos esperará a la salida ¿Necesitas que te guíen aún por el edificio o puedes ir sola, pequeña?

The sky is a scissorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora