Capítulo laarrrgo -.-
Se despertó de golpe, siempre había tenido problemas durmiendo en lugares que no fueran su cama, le costó mucho acostumbrarse a la que compró cuando se independizó de su familia pero lo logró y ahora la estaba extrañando. Miró hacia todos lados, aún estaba oscuro así que no pudo ver demasiado, lo único que podía sentir era el sonido de sus pequeños movimientos y el de una respiración acompasada a su lado. Se volteó para poder escucharla mejor, adaptándose de a poco a la textura de la gran y cómoda cama en donde dormía, y se encontró con la sombra del perfil de Alex, durmiendo, sin intenciones de despertar.
Cuando su vista se acostumbró a la oscuridad pudo verlo mejor, lucía tan pacífico en ese momento que daban ganas de no despertarlo jamás solo por verlo así. Sonrió, habían escuchado el disco de Miles completo más otros mientras jugaron sin cansarse a un juego de carreras hasta las tres de la mañana, luego hicieron un intento de llamar a un local de sushi pero solo recibieron gritos de un ciudadano japonés bastante enojado queriendo dormir, así que ella cocinó unos fideos con verduras, lo cual quedó bastante aceptable para no irse a la cama con el estómago vacío.
¿Estaban empezando a comportarse como verdaderos amigos? Sí, eso creía.
Se frotó los ojos y miró la hora, eran las cinco de la mañana, no había dormido ni siquiera una hora y se había despertado de golpe, inmersa en pesadillas, en ojos verde oscuros reclamándola, hundiéndola una vez más en el sueño del que Alex intentaba rescatarla, y deseó que estuviera despierto para sentirse segura otra vez. Se removió un poco más sin quitarle un ojo de encima a él y a su pacífico descanso, sonriendo tranquila, ella le había pedido que se quedara cuando él se iba a ir a dormir al sofá y ahí estaba, haciéndole compañía inconscientemente.
Poco a poco sus ojos fueron cerrándose y cayó nuevamente dormida, esta vez más tranquila, contagiándose con su paz, y juró que podría dormir con él toda una vida ahí a su lado, sin necesidad de hacer nada más. Aunque debía admitir que toda la noche deseó abrazarlo pero simplemente no había sucedido. Finalmente, no había tenido el valor.
Domingo, diez de la mañana, ninguno de los dos hubiera despertado si no fuera por el insistente sonido del teléfono de Eleanor, el cual retumbó por toda la habitación hasta despertarlos a ambos.
—Lo siento —murmuró ella somnolienta al darse cuenta de que era su móvil y que Alex se había despertado gracias a él. Lo tomó pesadamente y miró distraídamente la pantalla mientras se frotaba los ojos. De un salto supo que la llamada entrante era de Albert Reynolds.
¿Albert? ¿Un domingo por la mañana? Algo muy bueno o muy malo tenía que estar pasando si ese dios de la fotografía la llamaba, pensó y contestó sin dejarlo esperar más, totalmente despierta a esas alturas.
—¿Albert? —habló con la voz más clara que pudo.
—Me han llegado unas fotos muy interesantes, duendecillo —le comentó el hombre con su usual voz pastosa y varonil, sin olvidarse de llamarla “duendecillo” pues ese era el apodo que había escogido para ella y le agradaba, todo el mundo solía decirle Leprechaun, pero él, como si fuera otra autoridad, le decía de otro modo. Eleanor seguía sin comprender y le echó una ojeada a Alex, que se había comenzado a desperezar para luego levantarse e ir al baño por una ducha.
—¿Tengo que trabajar en ellas para alguna sección de la revista o…?
—Son tuyas —la chica se quedó de piedra al oír eso.
—¿A qué te refieres?
—Unos amigos salieron a cenar a un restaurante, anoche, a las diez en punto, y allí estabas tú, y ellos son fotógrafos profesionales, y no, cariño, no sacaron sus cámaras por ti sino que por tu acompañante —silencio, Eleanor no decía nada, ni siquiera quería volver a respirar—. Lo interesante es que solo me las enviaron porque eran mis amigos, creo que ya deben estar a la venta, fíjate en los medios, podría haber muchas malinterpretaciones de tu rostro que luce como si hubieras llorado mientras te largas del restaurante cogida de su mano.
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The sky is a scissor
FanfictionUna pequeña casualidad genera una amistad un poco extraña entre el vocalista de una banda famosa y la fotógrafa que se encargó de retratarlo para la prestigiosa revista GQ.