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El público estaba sentado en la oscuridad mientras que él y Matt se preparaban en una pequeña plataforma con dos sillas en donde podrían tocar algunas canciones al desnudo. Eleanor recorrió el pequeño salón de la radio en donde se daba ese mini concierto en busca de los dos monos restantes —esperando poder conocerlos— pero en el lugar no había rastro de Nick o de Jamie que ella pudiera saber. Suspiró, en otra ocasión sería, si tenía suerte. No estaba tan adelante como para que Alex distinguiera su cabeza pero tuvo la leve sensación de haber visto sus ojos recorriendo la sala, registrando cada una de las caras de los presentes así que seguramente debió de haberla visto de pasada. En ese momento se le pasó por la cabeza la loca idea de que él había invitado personalmente a cada una de las personas que tenía a su lado y los esperaba ver a todos.

Loco.

Como si tuviera tiempo de hacerlo, lo repensó.

La vida fuera de esta ocasión tan especial continuaba, claro, sus amigos habían saltado como gatos ante una bola de lana cuando ella llegó a su país de origen a contarles lo que le había sucedido, sus compañeros de trabajo al enterarse de todo con detalles aún le preguntaban qué había pasado luego del accidente con la modelo y ella, fiel a sus convicciones, se mantenía en silencio o inventaba historias que no habían pasado, como por ejemplo, que se había ido a su hotel a darse un buen baño y a dormir, nada más.

 La vida seguía, sí, y ella finalmente luego de pensarlo mucho había plantado a su ex, sintiendo el placer fluir por sus venas cuando llegaron las diez de la noche del día de la cita y ella estaba encerrada en su apartamento, en pijamas, viendo una película de terror con un bote de pudín en el vientre; no allá, en ese restaurante caro, patéticamente sobre arreglada para él y para su velada.

Me quiero lo suficiente para ser feliz con lo que tengo, sonreía esa misma noche viendo los minutos pasar en el reloj de su teléfono, imaginando al pobre hombre sentado en una de las mesas reservadas, bebiendo el agua que los camareros le llevaron por cortesía, viendo su reloj de mano cada dos minutos, tambaleando sus dedos sobre la mesa con preocupación.

 Pobre, pobre, pobre.

Y ahí estaba ahora, en la radio, sin que nadie más que sus amigos más cercanos —dos en realidad, no era una mujer demasiado sociable— supieran sobre su paradero. Cuando el locutor radial que presentaría a los dos artistas de la noche se ganó frente al público supo que sus pensamientos ya no podían volar más allá de donde estaba, quería escucharlos y disfrutar de la noche, eso era todo lo que podía desear con expectación.

La noche transcurrió como una sinfonía perfecta, con un inicio y un final totalmente correcto, Eleanor había observado cuidadosamente que Matt y Alex eran más agradables con un público reducido que con los enormes estadios más los discursos gastados de antaño, y pese a que estaban filmándolos —para más audiencia no presente— eso no parecía molestarles, de hecho, ambos eran mucho más espontáneos en una situación como esa, con comentarios graciosos entre canciones y risas, muchas risas.

Por el lado de la ojiazul entre el público, disfrutaba del show totalmente alucinada, las canciones en acústico siempre serían sus favoritas y es por eso que se encontraba tan feliz de poder presenciar todo eso en vivo y en directo.

—Bueno, estamos concluyendo con la sesión de hoy —anunció el animador de la noche, un hombre de gorra y gafas con un leve parecido a Elijah Wood, según ella, una fiel amante del señor de los anillos desde siempre—. ¿Tenemos tiempo para un par de canciones? Pues claro, lo que no sé es si Alex y Matt estarán dispuestos a seguir —el doble de Frodo miró al par y ellos se miraron intentando debatir con las miradas qué hacer.

The sky is a scissorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora