Treinta y uno

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La yema de sus dedos se rozaron.

Ambos sintieron una descarga eléctrica.

Ambos se olvidaron de lo que se sentía haber tocado cualquier otra cosa.

Ambos decidieron ignorarse mientras de miraban.

Fred lo llevó desde donde se mantenía en levitación hasta donde se encontraba la camilla de metal, fría y rígida.

Lo recostó, para acto seguido con pequeños cinturones amarrarlo por pies y brazos.

— Fred... — escuchó el susurro de una voz delicada, y distorsionada —, ¿Es qué acaso no escuchas?

El mencionado se giró hacia el cristal. Nada.
No había nadie, y sí no veías a nadie por ahí no había por donde miraras.

Se confundió. Se confundió mucho, hasta que habló de nuevo.

— Aquí abajo, tonto.

Miró a Freddy quien recostado le sonreía.

Hydru (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora