𝒮𝑜𝓃𝓇í𝑒 ▪EᑌᑎᕼᗩE▪

8

Le dolía todo el cuerpo, no había podido dormir en toda la noche y cuando sintió que el cielo comenzaba a aclararse, quiso moverse de la cama, sin poder hacerlo. Continúo llorando durante mucho tiempo luego de que HyukJae se marchara hecho un demonio. Y como pudo llego a su cama, en el segundo piso.

Donghwa había llamado alrededor de la media noche, la sangre le hirvió y prefirió apagarlo para que no le molestase nadie. Se sentía horrible, no solo físicamente, mental y emocionalmente estaba desecho. Porque nunca se imaginó que el pelinegro le haría tanto daño como se lo hizo anoche, era consciente de la horrible relación que llevaban, sin embargo nunca vio la posibilidad de llegar a esos extremos.

Lo peor de todo, lo que le hacía sentirse peor, era que, aún después de haberle golpeado de esa forma, había tenido ganas de correr y abrazarlo para que no se fuera. Para que no le dejase solo.

No lo hizo, pero ganas no le faltaron.

Cuando el timbre de la casa sonó, inmediatamente se levantó, esperando muy dentro de él, que fuese HyukJae. Las ganas de abrir se fueron cuando pudo ver por el ojo mágico de la puerta que no se trataba de HyukJae, sino de su mejor amigo, HeeChul. No quería abrir, ni que le vieran así. Tenía vergüenza, miedo de lo que pudieran hacerle a HyukJae si se enteraban de aquello.

Con todo y aquello, abrió. Sorprendiéndose de la actitud del afeminado.

Pues en cuanto sus miradas se cruzaron, la de HeeChul se mantuvo seria, sin expresión alguna, como si los moretones en su rostro y brazos no fuesen suficientes como para alarmarse, simplemente se dedicó a pasar de Hae y entrar en la casa sin decir nada.

-HeeChul, ¿Qué haces aquí?

El alto se detuvo por un momento, inspeccionando la casa. Luego de unos segundos, se dirigió a donde estaba la cocina. Hae se quedó quieto luego de cerrar la puerta, viendo como segundos después, el chico salía con una charola con una jarra de agua y un par de vasos encima.

Hee tomo asiento en uno de los sofás, poniendo a su vez, la charola en la mesa de centro. Con movimientos agiles, sirvió el agua y de su mochila, de la cual se había despojado al entrar en la casa, saco una caja de antibióticos.

-Toma, supongo que te debe doler todo en estos momentos. –Hae soltó un sollozo tan fuerte que hizo que el mayor mirara en su dirección por fin

-¿Qué estás haciendo?

-Supongo que no has desayunado nada –Como si Hae no hubiese preguntado nada, Hee volvió su atención a la mochila, sacando una bolsa de cartón –No sé hacer nada especial así que fui a una cafetería donde hacen una tarta de queso increíble.

-Hee

-Es realmente delicioso –Dijo mientras serbia otro vaso de agua y bebía de él.

-HeeChul

-Era el favorito de mamá.

El silencio les invadió por completo. Hee se mantenía mirando a la nada y Hae temblaba de rabia al ser ignorado, al sentir que lo que le había pasado no era un motivo de plática.

-Toma el antibiótico, Hae.

Molesto, se sentó y tomo la tableta y se la metió en la boca, pasándola con un gran trago de agua. El vaso resonó en la mesa con brusquedad.

-¿Te gusta el café?

Hae no respondió

-A mí sí. Vine a desayunar contigo, traje mi tarta también. Me haré un café y recogeré el desastre que hay en la cocina, toma –De su mochila saco un frasco y se lo extendió –Es ungüento con árnica, ponlo en tus brazos.