CAPITULO DIECISEIS

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        POV: ANASTASIA


Cuando terminé de trabajar en la galería, salí y me preparé para caminar hasta el restaurante dónde nos íbamos a encontrar. En lugar de eso, un auto negro se estacionó, tenía todas las ventanillas tintadas y era a prueba de balas.

El hombre en el asiento del pasajero salió del coche y abrió la puerta de atrás para mí.

Sabía quién estaba sentado en el asiento trasero.
Me senté y vi a Christian a mi lado, con sus rodillas separadas y las manos descansando en sus muslos. Llevaba un traje diferente al que tenía esta mañana. Ahora era azul marino y definido como si recién hubiera sido planchado. Sus ojos azules eran más impresionantes cuando usaba color en su impresionante físico. Cuanto más tiempo pasaba con él, más aterrorizada me sentía. Todo esto era solo un ardid para obtener lo que quería, y ahora que realmente me gustaba el hombre, estaba en una gran encrucijada.

—Nena. —Tomó mi mano y la puso sobre su muslo, sosteniéndome como un hombre sostiene a su esposa. Su pulgar acariciaba mis nudillos, y me sostenía con delicadeza, su enorme mano tenía el poder de triturar la mía.

Las palabras murieron en mi garganta.

El auto nos llevó al restaurante, y entramos. Como la última vez, nos sentamos en una sección privada alejada del resto del público. Era tranquilo, solo el sonido se escuchaba el sonido de la música. Ni siquiera podía escuchar a los otros asistentes del restaurante.

Christian miró su menú.

—¿Sucede algo malo?

El pulso se aceleró en mi cuello.

—Solo estoy hambrienta.

—Entonces, ¿qué vas a pedir? Algo con queso, ¿supongo? — Puso el menú a un lado, con una traviesa mirada en sus ojos.

Forcé una sonrisa a pesar de que mi estómago estaba lleno de acides.

—Me conoces tan bien. —Bajé el menú y bebí mi vino. Algo acerca de la manera en que se fue esta mañana hizo que la culpa me asfixiara. Pensaba en mi padre todos los días, pero ahora que pasaba la mayor parte de mi tiempo con este hombre, me sentía desgarrada. Traicionarlo ya no se sentía correcto. Tal vez él cometió actos criminales, pero parecía un ser humano decente para mí.

Me miró con fijeza por un largo tiempo, con su poderosa mirada en la mía sin un solo pestañeo. Si así era como fijaba la mirada en sus clientes, no era sorprendente que siempre obtuviera lo que quería. Un hombre era realmente poderoso si podía negociar en silencio. Era algo que aprendí de mi padre, pero Christian era un mejor ejemplo de eso.

—¿Cómo estuvo el trabajo?

Mi trabajo en la galería era tan sencillo que me aburría algunas veces.

—Bien. Encontré algunas piezas para tu casa. Te mostraré la próxima vez que estés disponible.

—Siempre estoy disponible para ti.—

Mi pulso se aceleró aún más.

—Las traeré mañana en la tarde, entonces.—

—Está bien. Empaca una valija.—

La única vez que me quedé a dormir había sido incómodo. Estaba apurada por salir de allí, pero él quería que me quedara. Me había mantenido distante e indiferente, y esa actitud funcionó bien. Hizo que Christian se interesara más. Quizás si no hubiera sido de esa manera, nunca hubiera sido especial para él.

El banquero   (Lo poseo todo ahora la poseo a ella) libro #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora