Capítulo tres.

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Intento buscar el pulso de Daniel inútilmente, tengo miedo por mi hermana, por mi misma. Angela llora desconsoladamente y puedo ver terror en su mirada, le indico que se tome un baño, lo necesita. Llamo al 088 tardan alrededor de quince minutos en llegar, demasiado. No hubo necesidad de llegar al hospital, él ya estaba muerto.

Hora de la muerte 10:07 p.m

Las autoridades no tardaron en hacer acto de presencia haciendo preguntas rutinarias les confesé lo ocurrido, les expresé mis razones, el abusó de mi hermana fue en defensa propia les dije, no importó. Nada importó.

-¡No se la lleven! Por favor, se los suplico-suplica Angela.

-Tranquila hermanita, todo estará bien -rezo porque así sea, alzando la mirada al cielo suplicando porqué algún ser divino me escuche.

-Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga puede ser utilizado en su contra.

Me toman de las manos para colocarme las frías esposas que queman mi piel dirigiéndonos a la salida, como fue que en un instante la vida que puso en estas circunstancias...

-¿Qué pasará con mi hermana? -cuestiono-. ¡No puede quedarse sola! no tengo a nadie que pueda hacerse cargo de ella.

-No se preocupe y entre al auto, el DIF se hará cargo de ella-dice el comandante que me mete al coche que me llevara hacia mi próximo destino.

Los días pasaban lentamente, no tenía comunicación alguna con él exterior y no sabía nada sobre mi hermana la desesperación aumentaba, llevaba diez días aquí sin poder abrazarla, sin decirle que ella iba a estar bien, lo sabía, era como un roble más fuerte de lo que yo nunca podré. Hoy más que nunca necesitaba a mis padres, cuanto desearía poder abrazarlos aunque sea por un minuto, sentía que en cualquier momento me volvería loca, no podía controlar esta angustia y ansiedad.

Respira, me ordeno.

Al día once se presentaron los papás de Daniel a mi celda a decir verdad no me sorprendió para nada. Aún recuerdo el día que los conocí en la navidad del 2015, estábamos en la sala de su casa sentados con un enorme bowl de palomitas con caramelo viendo una maratón de Santa Clausula, mis películas favoritas de la época decembrina. Hoy aquellos recuerdos no causan más que amargura, nunca me lo imaginé, debí verlo venir de algún modo. Me siento una estúpida

Espero que sientas cómoda en tu nuevo hogar-sonríe con amargura—. Porque aquí es donde vas a pasar toda tu vida maldita —me grita Elena, la madre de Daniel. Sus ojos se ven llenos de sangre mirándome con ira.

¡¿Cómo pudiste hacer eso a mi hijo?! Él siempre hablaba tan bien de ti. Te juro que me aseguraré que tu vida dentro de este celda sea un verdadero infierno—remata con ira Antonio, padre del hijo de puta.

El violó a mi hermanita, una niña ¿Qué querían? ¿Qué lo felicitara y le diera palmaditas en la espalda? Le abrí las puertas de mi casa y lastimó a la persona que más amo, lo volvería hacer una y mil veces —les grito y es verdad, lo volvería hacer.

Vas a volver a saber de nosotros, estúpida -escupe él.

Hagan los que tengan que hacer.

En el día doce a la hora de la comida me apuñalaron quebrando varias de mis costillas, sabía que no hablaban en vano. Pensé que moriría y por un instante quise hacerlo, pero recordé porqué sigo viva.


—Sí, claro que... con trabajo honesto, señor -corrijo avergonzada.

—¿Qué le hace pensar otra cosa? —Contesta sonriendo con cinismo—. No sé preocupe por esas nimiedades, ahora centrémonos en tu caso.

Hablando durante una hora le expliqué detalle a detalle lo sucedido, en ningún momento me juzgó, podía sentirme protegida y me permití respirar por un instante. 

No se nos permitió hablar por más tiempo dado que las visitas tenían un tiempo limitado, el prometió volver a la semana siguiente y lo cumplió trayéndome una rebanada del pastel más chocolatoso que he visto en mi vida contando el que le da troncha toro a Bruce en Matilda, la niña súper rarita que utilizaba sus habilidades para hacerse el desayuno, yo por ejemplo conseguiría unas entradas VIP para ver a Shawn Mendes.

—Además de las pruebas de abuso de la menor descubrí junto a mi equipo de investigación negocios turbios que manejaba Daniel. En resumidas cuentas, se dedicaba no solo a la venta sino también a la distribución de drogas que comercializaba en un bar nocturno a su nombre, con informes del forense sabemos con certeza que era un adicto—me muestra imágenes turbias que lo confirma—. Con tu testimonio, las pruebas y una buena defensa, que dalo por hecho la tendrás. El juez te dará el derecho a pagar una fianza, e incluso te declarará libre de cargos directamente—expresa con mucha seguridad y sonríe satisfecho.

—Se lo dije, no tengo dinero. Lo poco que ganaba trabajando era para pagar parte de mis estudios y poder mantenerme a mi hermana y a mí —soy clara—Ni siquiera con un año de trabajo podría pagar la fianza.

—Le dije que la sacaría de este lugar y así lo haré. No me ofenda, soy un hombre de palabra—dice firme—. No permitiré que una niña pague por un crimen que fue en defensa propia, no si está en mis manos evitarlo.

¿Niña? ¿Acaso me dijo niña?

—No soy ninguna niña, señor anciano. Aunque agradezco sus intenciones de ayudarme —me burlo, viendo que di justo en el clavo. Golpear su ego.

—¿Pero que le pasa? No sea irrespetuosa niña, tengo treinta y cinco años, no soy ningún anciano. Le aseguro que tengo más energías que usted en su mejor día —dice Bastián, creo que está un poquitín enojado.

—Pues sepa que yo tampoco soy ninguna niña y se lo voy a demostrar —Lo reto.

Vaya genio.

NOTA: Dato curioso que aunque no me lo pidieron igual se los daré por qué me vale. Empecé a escribir a los doce años ¿Adivinan cómo? Escribiendo novelas de Justin Bieber y Tú. Además de escribirlas en computadora escribía a papel y un día mi mamá leyó todo, todoooooooo. Se me subieron todos los colores (Gracias mamá) a ella le gustó mucho como escribía y me avergoncé tanto que dejé de escribir hasta los dieciocho años, ahora tengo veinte, de eso ya mucho tiempo.

El tiempo entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora