Isabel
La situación económica que golpeó a México en los años ochenta perjudicó a muchas familias incluyendo la mía; mi madre y yo. Al hombre que "contribuyó" a la causa nunca lo conocí y tampoco deseé hacerlo, nunca me produjo añoranza. Abandoné mis estudios y a los dieciocho años entré a trabajar a un modesto restaurante de la ciudad de México, la paga no era muy alentadora, pero en ocasiones solían dejarme muy buenas propinas especialmente en verano, que era cuando muchos turistas extranjeros visitaban la ciudad buscando nuevas experiencias y comida que les dejara un buen sabor de boca. No era mi trabajo soñado, pero tenía techo, ropa y alimentos; más de lo que podrían decir muchas personas. Mi madre era costurera, en ocasiones le salía uno que otro trabajillo pero no era muy constante y había cuentas que pagar.
Era uno de esos días en los que meditaba sobre si estaba desperdiciando mi vida en este lugar, seguramente la respuesta era un sí; pero era imposible encontrar un trabajo mejor pagado y sin estudios. El restaurant estaba desierto lo que significaba que no tendría muchas propinas hoy, bostezaba como un ateo en misa. Ni siquiera podía sentarme, debía ocuparme con algo aunque no hubiera realmente nada que hacer, resignada tomo la franela de la cocina y limpio mesa por mesa por tercera vez en el día. La campanilla sonó haciéndome cambiar de humor, volteo y veo entrar a un hombre de aspecto extranjero; alto y rubio, con porte y andar petulante como si hinchara el pecho al caminar vistiendo un traje impecable, «que pijo».
El traje lograba remarcar ciertas partes de su cuerpo que dejaban entrever un cuerpo atlético y bien trabajado, sus ojos eran de un azul electrizante que me pusieron los pelos de punta por lo bonitos que eran, era el azul perfecto; no eran extremadamente claros como para verse fríos ni excesivamente obscuros para parecer tenebrosos. Muerdo mi labio reprendiendo el deseo acariciar con mis manos su cabello para comprobar si es tan suave como figura, veo mi cabello negro azabache que hasta ahora me parece muy soso y común. ¡¿Pero qué bobadas digo?! ¿Será que pronto me viene el periodo y por eso estoy tan hormonal? Aparto la mirada antes de que se percate que lo estoy observando quizá demasiado y piense que siento un interés carnal en él, en todo caso las mujeres no deben de buscar a los hombres, si no ellos a nosotras. «Quien quiera azul celeste, que le cueste».
Ay tontita, como si él fuera a notarte. La vida real no es como las telenovelas mexicanas, Isabel.
El rubito lee el menú y un gesto de confusión pinta su cara, imagino que se debe al leer los nombres en el menú: como el de las gringas, morisqueta o pambazos, que en su vida habrá escuchado. Camino segura en dirección a su mesa antes de que alguna compañera me gane y lo atienda antes, repitiéndome que solo lo hago por la propina. El nuevo disco de Camilo Sesto no cae de los árboles ¿De acuerdo?
—Hola buenos días, mi nombre es Isabel—mi voz suena ¿seductora? sonríe con galantería dejando a la vista pequeñas líneas de expresión y un hoyuelo marcado en su mejilla derecha que me arranca un suspiro, tomo aire retomando la compostura y tratando no tartamudear digo:
«Estaré a sus órdenes el día de hoy ¿Ya sabe que es lo que ordenará o desea que vuelva en cinco minutos? Si me permite, quisiera recomendarle los tacos de barbacoa que son especialidad de la casa, o si desea algo ligero; la sopa de calabaza es estupenda.»
—Isabel—Oh dios, su voz es sexy y varonil aún con ese ridículo acento. ¿No podría ser visco o algo? —. Ordenaré ahora. Tráigame unos huevous revueltous con beicon y para tomar un té negro, please —río escandalosamente, haciendo que su sonrisa se transforme de inmediato a una mueca de desagrado—. ¡Qué falta de modales! ¿Se puede saber qué es lo que le causa tanta gracia? ¡Por qué hasta donde yo sé, de cómico tengo tanto como de paciencia! —su cara se tiñe de rojo y pega un golpe en la mesa llamando la atención de todos, incluyendo a mi jefa quien me echa una mirada cargada de reproche.
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El tiempo entre nosotros
RomanceLejos de tener una vida perfecta Aura sufre los designios que esta se empeña en hacerla padecer. Para ser una joven de veinte años ha tenido tantas experiencias que haría quebrantar el espíritu de cualquiera, después de toda tormenta llega la calma...