—No suelo dormir por las tardes y menos en mi horario de trabajo —dice disculpándose luciendo apenado.
—Puedo adivinar el porqué —río. —No se preocupe, que yo le guardo el secreto —guiño cómplice.
—¿A que te refieres con eso? —frunce el ceño confundido.
—Ya sabe... Que ronca mucho y se le sale la baba —le señala la baba saliente de su boca que ahora está seca, sin poder evitarlo se me sale una carcajada ganándome una mirada de reprienda de parte de él ¡Encima que dejó baba en mi sofá, se molesta!
—Mentirosa, nunca he hecho tal cosa —alegó furioso, alisando con sus manos las arrugas de su traje.
Como si un cerdito estuviera dentro de su cuerpo pidiendo auxilio.
—Claro, seguramente escuché mal —miento dándole por su lado, después de todo era por el por quién estoy en casa.
—Por su puesto que lo hizo —asegura digno —. Centremos en temas más importantes, tome asiento por favor. Hay ciertos asuntos que debemos hablar.. —dice serio a la par que me acomodo en la sala y muestro mi entera atención.
Noto como en seguida se pone recto, comienza por sacar algunos papeles de su maletín que tienen pinta de ser importantes, me muestra uno y enseguida noto el nombre de Angela dentro de uno de los documentos.
—¿Qué es esto, Bastián? —cuestiono confundida.
—Encontré a tu hermana, Aura. Estos documentos son del registro a la casa hogar Cielo. Decidí que lo más prudente sería decírtelo hasta después del juicio.
Noto como esquiva la mirada, la pregunta es ¿porqué? Pienso intrigada.
—¿Cómo es que lo sabe? Sólo le mencioné una vez su nombre y... —Déjeme explicarle —me interrumpe rápidamente.
—Mi padre suele hacer donativos a distintas fundaciones para poder evadir impuestos, mi madre por su parte dedica gran parte de su vida al altruismo—asiento.
Me explica brevemente que su madre supervisa que el dinero donado sea utilizado apropiadamente en beneficio de las personas, visitando regularmente las casas hogar beneficiadas por las fundaciones que reciben sus donativos.
—Poco antes de tomar tu caso me habló sobre una chica que había llegado recientemente a la casa hogar Cielo—comenta él—. Hace una semana volvió a tocar el tema pidiéndome asesoría en caso de que la víctima se sintiera lista para denunciar por abuso —explica, mostrando en sus ojos lo que parece lástima.
—Siga contándome por favor.
—En un principio no supe de quién se trataba, ni siquiera pensé que sería tu hermana —dice sincero—. En México los casos de violación son más comunes de lo que crees. Atando cabos descubrí que se trataba de ella en cuanto mi madre mencionó su nombre y la fecha en la que llegó coinciden con el día que ingresaste a la cárcel—me muestra el papel donde confirma lo dicho.
—Entonces usted y su madre saben dónde está ¿Ella está bien, cierto?—asiente, sin embargo, lo noto extraño—. ¿Podría llevarme con ella?
—Lo haré, pero déjame terminar de decirte todo —acepto esperando lo que tiene que decir—. Ángela no se encuentra en esta ciudad, Aura. Ella ahora está viviendo en la Ciudad de México.
Bien, eso no está muy lejos...
—Podemos ir en auto o en autobús, la distancia no es muy larga de Cancún.
Por fin podré ver a mi hermanita.
—Es más seguro si viajamos en avión, en auto tardaríamos más de dieciocho horas —contestó, suena razonable.
—Bien —acepto—. Vayamos en avión, como usted quiera. Pero que sea ahora, por favor —le digo suplicante.
Pronto se cumplirían dos meses desde la última vez que nos vimos, me fue imposible si quiera consolarla antes de que me llevaran. Quisiera pedirle disculpas de mil maneras posibles y aún así no me alcanzarían para poder tener su perdón, le fallé a ella y a mis padres.
No supe cuidarte, Angela.
—Podernos irnos ahora sí encuentro algún vuelo disponible, pero antes debes saber una cosa más —suspira y me mira fijamente—. Hay una familia que desea adoptar a Ángela, no te mentire, es muy probable que les otorguen la adopción con facilidad.
—¿Porqué está tan seguro de ello? —pregunto nerviosa.
Comienzo a sospechar que su madre o él tienen alguna relación con estas personas, posiblemente de su círculo social. Me tranquiliza un poco. Si consigo hablar con ellos y les expongo nuestra situación podemos llegar a una acuerdo razonable que los haga olvidarse del tema de adopción, pienso.
—Esa es la parte difícil —murmuró. —Las personas que pidieron la adopción de Angela son mis padres, Aura.
Mierda. Mierda. Mierda.
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El tiempo entre nosotros
RomanceLejos de tener una vida perfecta Aura sufre los designios que esta se empeña en hacerla padecer. Para ser una joven de veinte años ha tenido tantas experiencias que haría quebrantar el espíritu de cualquiera, después de toda tormenta llega la calma...