7. ¿Hacía donde vas con tu realidad?

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Emiliano vivía descalzo. No se como lo hacía. Tenía la bata puesta siempre y abierta también. Se vestía simple, como dije antes tenía lente, ojos azules y cabello corte hongo muy descuidado. Me hizo una comida. Unas milanesas de soja con una ensalada jardinera de lata. En la mesa ya había puesto los cubiertos.

Mientras cocinaba yo permanecía sentado en la cocina en el más remoto de los silencios. No podía sentir nada. No encontraba la manera de acomodarme para concentrarme en estar bien. Seguía sin entender donde estaba. ¿Por què estando perdido no me sentía asi? Si no tenés a donde volver entonces dejaste de estar extraviado.

- ¿Nunca más veré a mi familia? – Le dije.

Emiliano, que estaba en ese momento lavando unos platos, cerró el grifo.

- La pregunta sería otra, Esteban.

Se dio vuelta y me miró.

- ¿Volveré a sentir esa sensación de estar en familia? ¿Volveré a ser amado? Y la respuesta es sí. Puede que no lo entiendas, pero...

Sonó la alarma de una mini parrilla dando la noción que el tiempo ya estaba terminado. Él se dirigió hacía ahí.

- Comamos primero.

Ya con el sentado miré lo real de mi comida. Salía vapor aunque no olía a nada. Acerqué más mi rostro y apenas pude sentir un olor a comida. Corté la milanesa de soja y la observé muy bien. Para mi sorpresa estaba igual que de costumbre. Hasta en otras realidades las milanesas de soja son poco atractivas. La Coca y ahora esto.

- Debés venir de un tiempo en donde la comida no estaba tan procesada. Realmente vas a extrañar los sabores. Bueno, en teoría siguen habiendo, pero no deben ser disfrutables. Su propósito unicamente es la nutrición. – Me dijo mientras cortaba la milanesa de soja – Lo bueno de esta época es que prácticamente la comida es libre de origen animal. En eso mejoramos un montón, pero los sommeliers se quisieron matar. La comida procesada le ganó a la comida "artesanal". Un punto a favor es que el hambre es fácil de saciar. Hay un Mundo con menos hambre. Tendrá otras dolencias, pero por lo menos en eso mejoramos un poco. Nos volvimos más conscientes.

Comía y escuchaba. En un momento me levanté y me senté adyacente a Emi. La mesa era cuadrada y pasé de estar enfrentado a estar casi a su lado. Acerqué mi silla, mis cubiertos y el plato. Emiliano me miró sorprendido.

- Nunca me gustó comer enfrentado. Prefiero así.

Me miró y asintió riendo. Pareció que le gustó el gesto.

- Tenés un acento porteño. Se nota. ¿Quién lo diría? Es como el nuestro, pero menos marcado. Si te fijás en el sonido de las charlas entre individuos de ahora notarás esa diferencia con tu forma de decir las palabras.

Lo miré y me reí. No lo estaba captando. Él también se río y seguimos comiendo.

Comimos bastante muertos de hambre. Casi no hablamos después. El miró su celular un par de veces debajo de la mesa. Desplegó una pantalla planísima con los dedos, la dejó fija y se puso a escribir. Me dio unas empanadas de carne que calentó también en el hornito. Realmente yo estaba hambriento. Luego hizo un té para cada uno. Té de manzanilla.

Fuimos al living en donde había una parte con unos tapetes y una mesa baja de corte oriental. Nos sentamos como antes, pero en el piso, con nuestras tazas calientes en las manos.

- En el vacío hay nada y ahí se origina todo. La energía es la madre fecunda de la vibración. De ese vacío se crean realidades creando universos. Esto sucede solo cuando hay un observador.

- ¿Quién es el que observa?

- Llamalo como vos quieras. Podés ponerle el nombre de cualquiera de los dioses que conocés. Cualquier consciencia superior puede tomar ese papel. O no. Ya te dije: Llamalo como quieras.

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