12. Frente al pizarrón

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Si hay gesto que solito se mantuvo fue mi manera de respirar profundo  y pensar en como las cosas se irán acomodando poco a poco para exhalar contento, o por lo menos, menos agraviado. No tuve una infancia fácil y mi nuevo futuro tampoco es prometedor. Mucho drama alrededor mío. Siempre por mi cuenta, viviendo en muchos lados. Era el claro ejemplo de "niño no deseado". Se como se siente y a pesar de la Libertad en tus acciones, o sea, nadie espera mucho de vos y suele poco importar tus actitudes, no te sentís muy bien que digamos. Ahora soy un joven no deseado en una realidad dudosa que se mantiene mediante silencios prolongados y carencia de información precisa. Estoy atrapado y curiosamente he sentido esta sensación otras veces. De chico la sentía mucho más fuerte. Había un mal sabor de boca en una cavidad que se le había caído los molares posteriores hacía poco. 

El día que Soledad vino conmigo al aula entramos sin ningún tipo de problemas. Éramos  los Bonnie y Clyde modo infantes. Seguimos el plan y por suerte no hubo mayores complicaciones que una encargada de limpieza que entró junto a nosotros sin preguntarnos nada.

Fui al aula y vi a mi profesor, pero no a los chicos. Soledad se fue a las escaleras. El profesor, oscuro en su sitio frente al escritorio, leía un libro de aspecto viejo. Ni se inmutó por mi presencia. Las persianas de los grandes ventanales estaban cerradas, a pesar de ser verano.

-¿Los chicos?

-Cambio de horario con su maestro de Educación Física.

-Ahhh, claro. El jueves tenemos la final del torneo.

-Ajá.

-Están en el patio de arriba, ¿No? No los escucho afuera.

-Exacto.

En el pizarrón, él había escrito algo. Su caligrafía era hermosa.

"Las capullos dejan sus viejas pieles y las mariposas no regresan jamás a sus hogares para vestirse hermosamente con el pasado."

-¿Qué significa, profesor? –Él odiaba que le digan "maestro".

-¿Vos qué pensás al respecto? ¿Qué lográs intuir? –Dijo cerrando el libro que tenía en sus manos. Su figura comenzó a cambiar. Se comenzó a volver más alto y delgado.

-Que de los capullos... Nacen las mariposas y las mariposas... No regresan a sus hogares por qué... Bueno, no sé. Simplemente no regresan. ¿Las polillas también nacerán de capullos?

-¿Cómo fue ese primer pensamiento que sentiste aparecer en tu delicada mente al poner tu mirada en las letras y buscar el entendimiento avanzado y oculto en el orden de ellas?

Vi su sombra alimentarse de otras sombras cercanas y levantarse del piso, cubriendo su larga espalda. Al estar en su presencia, me parecía que mi respiración se hacía más lenta y que el tiempo que el reloj ubicado arriba del pizarrón marcaba, se volvía más tardío. Los movimientos de las agujas parecían desplazarse a su propio gusto.

-¿En lo primero que pensé? ¡Sí! Pensé en un dibujo que me gusta ver. Es sobre un chico que junta unas criaturas que se esconden en los arbustos y pelea con ellos. Los atrapa y pelea con otros chicos igual a él que atrapan a esas criaturas. Luego van a un torneo y eligen al mejor de todos. Pensé en el capullo que atrapó el chico en un episodio y que luego se convirtió en una criatura parecida a una mariposa. Me imaginé a esa mariposa volando lejos. Hace mucho que no veo ese dibujo... Estuve bastante ocupado.

Miré al profesor y una mueca de trascendente sonrisa se contorneó en su rostro. En nuestras charlas, nunca lo he visto sonreír. Podría jurar que luego de un tiempo, todo su alrededor se puso borroso, como un vidrio empañado.

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