• Capítulo 8 •

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Estaba exhausto. Ayer al regresar a casa vino cansado. Súper cansado. Subir la colina más alta de Hawkins no era precisamente un paseo ligero. Y nada más llegar a su hogar, se encontró a Max y a Eleven bailando en la habitación de su hermana. Estaba sonando la canción Walking On Sunshine y no podía decir que no a un baile. Pero después de aquel baile vino otro, otro y otro. Hasta que al final los niños quedaron rendidos.

Will, que ya se había despertado hace quince minutos, no paraba de darle vueltas a la conversación que tuvo con Mike. Después de que Suzie les interrumpiera, el azabache y él recogieron sus cosas y se fueron cada uno a su casa. En todo el camino no le preguntó, pero realmente quería saber a qué se refería.

¿Cómo que era más que un amigo para él? Si le dijo que no se refería ni a qué era su mejor amigo ni a qué le veía como un hermano, la respuesta es obvia, pero no podía ser. Mike no era... cómo él. A él le gustaba Eleven. Una chica. Era totalmente imposible que se refiriese a eso... ¿O no?

No, no, no. No podía hacerse ilusiones. Pero era inevitable imaginar aquello. Si sintiese lo mismo que el castaño por él probablemente sería la persona más feliz de la Tierra.

Aunque Will no paraba de pensar en ello, decidió apartar el tema por un segundo. Tenía mucha hambre y era hora de desayunar.

Salió de su habitación y al llegar a la cocina la pelirroja y su hermana ya estaban allí. Se preparó un tazón de cereales y se sentó en la mesa con las chicas. Ellas le estuvieron contando lo que hicieron aquella tarde, al igual que él pero omitió su conversación con Mike. Eleven no podía enterarse de ello. Aunque seguramente no hubiese sabido a que se refería. Todavía no entiende del todo muchas expresiones.

Pero a Max se lo tenía que decir. Ella era más aguda. Seguro que sabía a qué se refería. Quería hablar con ella pero no podía ser en ese momento. Quizá en otra ocasión.

Los niños terminaron su desayuno y cada uno recogió el suyo.

— Bueno chicos, creo que tengo que irme ya a casa. —dijo la pelirroja algo triste.— Mi madre piensa que paso demasiado tiempo fuera de casa.

Ninguno de los tres quería que se fuera, pero Max recogió sus cosas de la habitación de El y se despidió de sus amigos. Los hermanos veían como la pelirroja se alejaba con la bicicleta.

Will y Eleven entraron en casa de nuevo. La castaña se dirigió al salón y cogió una goma de pelo de encima de la mesa. Giró la cabeza para mirar a su hermano.

— Max se ha olvidado su coletero.

La respuesta más rápida hubiera sido dárselo la próxima vez que la vieran. Pero era la oportunidad de hablar con ella a solas.

— Se la daré yo. —Will cogió la goma de la mano de su hermana y salió rápidamente de casa.

Dió un portazo y se subió a su bicicleta. Tenía que darse prisa. Aunque la pelirroja solo le llevase un minuto de distancia, el castaño tenía que pedalear lo más rápido que pudiese.

Pasaron varios minutos y Will se empezaba a cansar, pero en ese instante vio una melena pelirroja a lo lejos. Era Max. El chico pedaleaba cada vez con más velocidad y cuando ya estaba más cerca de su amiga gritó.

— ¡Max!

La chica paró su bici y miró hacia atrás.

— Will, ¿qué haces aquí? ¿Qué pasa?

El castaño bajó de su bicicleta justo al lado de ella y mientras intentaba recuperar el aliento, extendió su mano.

— Te la habías dejado en casa.

La pelirroja agradeció el gesto de su amigo, abrió la mochila y metió el coletero en uno de los bolsillos.

— Pero Max, en realidad he vendido por otra cosa...

— ¿De qué se trata?

El chico hizo una mueca que su amiga reconoció enseguida. La pelirroja arqueó las cejas sorprendida.

— No me digas que... ¿Se lo has dicho?

— No-no, no que va. No se lo he dicho. —aclaró Will— Más bien, creo que ha sido al revés.

— ¿Qué? —dijo Max con una sonrisa en la boca.— Cuéntamelo todo.

El castaño le dijo todo lo que pasó ayer en la colina de Hawkins. Desde que Will se quedó solo mirando el atardecer hasta que Mike y él regresaron a casa.

— ¿Qué crees que ha querido decir? —preguntó finalmente el chico.

— Will, está claro. —contestó con una sonrisa permanente.— Mike siente algo por tí.

Su amigo se quedó en shock. No se esperaba una respuesta tan directa. Aunque era lo mismo que pensaba él, todavía seguía creyendo que no podía ser.

— Pero es imposible. Mike está enamorado de Eleven. No puede sentir nada por mí si le gustan... las chicas.

— ¿Y quién te dice a tí que no le pueden gustar las chicas y los chicos?

— ¿Enserio eso puede ser? —Max asintió con la cabeza.— ¿Cómo puedes estar tan segura?

La chica frunció el ceño y arqueó la ceja.

— Tu hazme caso, ¿sino a que otra cosa se podía referir?

Puede que su amiga tuviese razón, pero de ser así, ¿qué se supone que debería hacer?

— Y... entonces, ¿qué hago?

— Will, yo... Es que esta vez... No puedo decirte lo que debes hacer.

— ¿Qué? ¿Por qué no?

— Ya se que antes te dije que le dijeses lo que sientes por él, pero era por tu bien y no iba a afectar a los demás. Pero ahora que sabemos que Mike siente algo por tí...

Will no entendía nada. ¿En qué iba afectar los sentimientos de su amigo al resto, para que Max no le pudiera aconsejar ahora?

El castaño estaba muy confuso, lo reflejaba en su rostro.

— Verás Will, es que si te digo que te quedes parado sin hacer nada, como si no hubiera pasado, te estaría traicionado... Pero, si te digo que vayas a su casa ahora mismo a decirle que tú sientes lo mismo por él, estaría traicionado a El...

Entonces el chico lo entendió todo. Por un momento había ignorado por completo lo que pudiera sentir su hermana. Estaba claro que los sentimientos del castaño hacía él eran muy fuertes y sinceros, igual que los del azabache por Eleven. Pero nunca se había parado a pensar lo que realmente Mike significaba para ella.

— Pero Will...—dijo la pelirroja agarrando la mano de su amigo.— Quiero que sepas que decidas lo que decidas hacer, yo voy a apoyarte siempre.

SUMMER 1985: ❝una historia de Will Byers❞ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora