34. Samo

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Nadie sabe lo que es morir en vida, lo que es no querer vivir más y darte cuenta de que ya has arruinado tu vida lo suficiente como para querer acabar con ella, los momentos felices que antes eran más largos que lo momentos tristes pero ahora simplemente quedan como algo imposible de lograr. Simpre dicen que matarse es para cobardes, es para gente que no sabe ver las cosas buenas, es para los egoístas....pero yo sinceramente me siento una combinación de todas las cosas anteriores. Muchas veces no se que hacer, no se que más hacer para tratar de sentirme mejor, ¡Ya me harté de este sentimiento tan feo!

Lunes 15 de Julio.

Maldito frío el que hacia, otro día más teniendo que levantarme a las siete de la mañana para ir a ver a gente idiota en la maldita escuela, aún recuerdo cuando tenía once años y me emocionaba ir a clases todos los días, vería a mis mejores amigas, era el primer puesto de mi salón, era increíble, pero en seis años muchas cosas pueden cambiar. ¿Que cliché verdad? Una adolescente con problemas de depresión en una escuela con puro inepto donde claramente odia su vida y odia estar viva. Pero yo daría gracias a Dios si mi vida se tratase solo de un cliché o de una simple depresión adolescente, seria increíble.

Oí la voz somnolienta de mi madre llamándome desde abajo.

-¡Voy!-grité de vuelta para tomar mi mochila la cual se encontraba en el suelo de mi habitación.

Salí de esta, bajando las escaleras y llegando rápidamente a la cocina, topandome con el melancólico rostro de mi madre, era una combinación de melancolía con algo se enojó y sarcasmo...difícil de entender.

-Y-ya me voy...-dije tomando una fruta del cesto y saliendo de mi casa sin oír ninguna respuesta por parte de ella.

Por fin había dejado de oler a marihuana, salí de mi hogar y el olor a lluvia me había liberado de aquel olor a hierba que se posaba todos los días en mi casa. Mi mamá creía que no me daba cuenta ¿Es en serio?, es una maldita adicta.

Seguía mi camino hacia la escuela mientras miraba mi teléfono y cambiaba la música a algo un poco menos deprimente. Mi rostro estaba parecido al de mi madre, obviando la parte del sarcasmo que en realidad era la única que me gustaría tener. Ser sarcástica talvez me ayudaría a ser menos vulnerable. Y para empeorar este lunes de mierda, llueve a cántaros.

-¡Maldita sea!-dije mientras entraba por la gran puerta de mi escuela.

Otra semana más entrando a aquel lugar llamado colegio, mi estado físico era lamentable como siempre, mi rostro pálido, con algunos signos de acné, ojeras notorias, mi cabello maltratado, me sentía poco conforme con el la verdad, mi uñas completamente carcomidas, estaba baja de peso a pesar de que a veces comía de más.

-Hey- dijo alguien atrás de mi.

Volteé de inmediato sintiendo miedo, no me gusta hablar con absolutamente nadie que no sean mis conocidos o mis únicas dos amigas...

-Dios...Tzuyu, me asustaste horrible...-me quejé.

-Perdón unnie...¿Vamos adentro?-dijo Tzuyu mirándome.

-Vamos...-le sonreí.

Ambas fuimos hacia adentro, caminamos hasta detenernos frente a nuestras casilleros, el de ella estaba a mi lado derecho. Me detuve a mirar el casillero de mi lado izquierdo...mientras lo veía totalmente sucio y despintado...trague saliva mientras pensaba en la persona a la cual pertenecía, la misma sensación de siempre, de todos los días...

-S-sana unnie...-me reclamó Tzuyu mientras me miraba fijamente. La menor ya sabía que me encontraba perdida en mis pensamientos, pensando solo en ella mientras miraba su casillero con algo de tristeza y cólera.

Twice-One Shots. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora