A favor

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— Vaya sorpresa... — susurró, alzando una ceja cuando escuchó una melodiosa y atontada risa.

Dazai observaba la peculiar escena entre la tenue iluminación de la habitación, proveniente de una pequeña lámpara posada sobre una mesita de noche.

Si había un momento en el cual Chuuya debía relajarse y dejar de sentir tanto miedo y paranoia, definitivamente era ese.

El ahora risueño muchacho intentaba sacar su pantalón torpemente, entre saltitos, tambaleos y risas. Porque, por órdenes de Dazai, Chuuya debía quitarse esa ropa tan apretada y provocativa con la cual se había dignado a ir a una fiesta llena de universitarios drogados y ebrios que buscaban con quién terminar en una cama, si es que tenían la decencia de llegar a una y no terminar follando en cualquier lugar público.

Se había dado el trabajo de buscar el pijama del menor por toda su habitación, y allí había sido el momento en donde Chuuya había comenzado a reír quién sabe por qué razón. Y ahora se encontraba luchando contra aquel pantalón que no quería salir más allá de sus tobillos.

Dazai soltó un suspiro, y sintió las comisuras de sus labios temblar en una sonrisa que intentó ocultar. Era imposible no sentirse contagiado por aquella faceta tan infantil de Chuuya.

— Ven. Déjame ayudarte para que puedas acostarte de una vez por todas.

Chuuya se sentó al borde de la cama de una forma desordenada, dejando su cuerpo caer sobre el colchón y rebotando un poco.

Dazai negó con su cabeza mientras sonreía abiertamente.

Chuuya extendió una de sus piernas atrapada entre el pantalón, dejándola a la altura de Dazai, el cual se hallaba arrodillado en el suelo.

El castaño deslizó la tela, pasando de sus pantorrillas hasta los tobillos, para finalmente liberar la pierna derecha de Chuuya.

Alzó la mirada cuando sintió un pequeño suspiro proveniente del pelirrojo.

— ¿Sucede algo? — preguntó, intentando mantener su compostura.

No quería lucir demasiado asombrado por la impactante belleza que desprendía Chuuya desde ese punto de vista. Realmente era un joven hermoso... inevitablemente miraba de reojo sus blancos y suaves muslos, su desordenada camisa azul oscuro, su cabello largo y desparramado por su rostro y sus hombros, y... la extraña expresión con la cual le miraba.

Dios, Dazai quería pensar que aquella mirada no era una provocativa, sino que sus pupilas estaban demasiado dilatadas por la droga como para dar la ilusión de que sus profundos ojos eran más oscuros de lo normal, y más... ¿Atrapantes?

Chuuya volvió a soltar un suspiro cuando Dazai comenzó a liberar su otra pierna del molesto pantalón.

Osamu maldijo por el extraño azote de corriente que había sentido en su cuerpo ante el sonido que había hecho el pelirrojo.

— ¡Demonios! — maldijo en un susurro, sonando alterado, a lo que Chuuya rió suavemente — ¡¿Qué sucede, Chuuya?! ¿Hago algo que te molesta? ¿Estoy siendo demasiado brusco? ¿Te sientes bien?

Y nuevamente se sentía molesto al darse cuenta que el niño le provocaba fallas en los nervios en muchos sentidos.

— ¡No! — soltó entre risas — Es solo que... — bajó el tono de su voz, perdiéndose en la dominante mirada de Dazai — cuando bajas mis pantalones, tus dedos rozan con la piel de mis piernas... y se siente bien... se siente relajante...

Osamu observó la expresión ida de Chuuya mientras le decía aquellas cosas, y obviamente el menor estaba soltado lo que pensaba, sin filtro alguno.

uncontrolable • Soukoku • FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora