Día 3: Buenas noches, mi amor...

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Los ojos de Gabriel se mantenían fijos en la mujer que tenía delante de él, estaba tumbado boca bajo en el colchón, con la cabeza donde deberían ir las piernas y viceversa mientras él intentaba terminar algún que otro boceto aunque le estaba siendo misión imposible. Desde donde estaba podía ver como la azabache se había metido de lleno en empezar cuanto antes un dibujo en el cuaderno que le había dado horas antes. Negó con una sonrisa mientras volvía su atención al diseño que se traía entre manos, había estado copiando el vestido de Nathalie, necesitaba llevarlo a cabo antes de que esta semana se terminara. Probablemente le costaría trabajar toda la noche y parte de la de mañana pero no le importaba en absoluto. Haría lo que fuera por ella...

Fue entonces cuando oyó un suspiro de frustración de los labios de la azabache y cerrando el cuaderno vio como había dejado caer el lápiz. Sabía que esto era frustrante para ella, su vena de diseñadora había sido tan enterrada que ahora le estaba costando demasiado sacarla a relucir de nuevo pero después de ver él mismo con sus propios ojos esos diseños de años atrás creados por su puño y letra sabía que su asistente tenía un talento innato para esto. 

Dejando su cuaderno de lado en la mesita de noche, se movió en la cama quedando sobre ella. Gabriel se sentó en su baja espalda con cuidado de no dañarla mientras extendía sus manos hasta posarlas en sus hombros empezando un lento masaje en ellos. Nathalie sonrió, dejándose caer sobre el colchón y cerrando los ojos.

—Esto es frustrante Gabriel... —Murmuró la pelinegra.

—Lo sé, pero hay que esforzarse... —Susurró antes de inclinarse sobre ella dejando un tierno beso en su cuello antes de moverse a su lado. 

Cogió el lápiz en sus dedos entregándoselo de nuevo a Nathalie la cual lo cogió sonriendo.

—Vale, ¿qué hago ahora maestro? —Gabriel sonrió al oír sus palabras.

—Vale, tú guíame en lo que quieras hacer... —Susurró mientras ponía sus dedos sobre el lápiz también empezando así a trazar líneas en el cuaderno. Poco a poco el boceto empezaba a cobrar vida haciendo sonreír a la azabache—. Ves... te falta confianza, la idea la tienes. Ahora sigue tú, como si mis dedos estuvieran ahí... —Nathalie asintió y empezó a dibujar ella sola bajo la atenta mirada de Gabriel.

Los ojos del diseñador la miraban fijamente dándose cuenta de lo bonita que se veía así, concentrada, mientras mordía su labio inferior. Recorrió con su mirada el cuerpo de su azabache y se obligó a tragar saliva al ver como la posición en la que estaba tumbada hacía que su trasero se moviera hacia arriba. Solo llevaba la ropa interior, esa misma con la que había soñado en su primer sueño con ella y al día siguiente se vio obligado a diseñarla y a confeccionarla el mismo. No pudo evitar sentir como se endurecía al imaginársela así, con él detrás mientras la llevaba de nuevo a un delicioso orgasmo.

—Gabriel... Deja de mirarme que me desconcentras... —Susurró Nathalie sin mirarle a los ojos haciendo que una sonrisa escapara de los labios del platinado. Sin esperar a más se movió de nuevo sobre ella, abriendo sus piernas ligeramente y metiéndose entre ellas. Sus manos ahuecaron ese culo a través de la fina tela de encaje negro para después subirlas por toda su espalda hasta el broche del sujetador el cual con un hábil movimiento se abrió —. Gabriel por favor... —Gimió la asistente al notar los labios de su jefe en su cuello, devorando su piel lentamente mientras sentía como sus manos quemaban cada parte de su cuerpo. 

—Anda dame eso... —Dijo con voz ronca mientras arrebataba el cuaderno de las manos de Nathalie.

—¡Oye! —Gritó riendo hasta que los labios de Gabriel en su cuello la obligaron a gemir —. Dios Gabriel...

—No sabes la de noches que te he imaginado así... En esta misma posición... —Susurró Gabriel mientras tragaba saliva y se dedicaba a recorrer su trasero fuertemente con sus manos arrancando gemidos de los dulces labios de Nathalie.

7 Días para ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora