Día 5: Sandy...

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El día transcurría con normalidad, besos y abrazos entre ellos, risas por parte de Nathalie al sentir los dedos de su jefe ceñirse a sus costados haciéndole cosquillas sin parar. Así fue como, entre medias de sus juegos quedaron tumbados en la cama. La azabache descansaba su cabeza contra el abdomen desnudo de Gabriel mientras este se dedicaba a dibujar de nuevo en su cuaderno. Nathalie hasta hace unos minutos lo estaba imitando pero decidió dejarlo pues se estaba empezando a agobiar y el diseñador le había aconsejado que en ese caso mejor dejarlo un rato estar que obsesionarse con ello, algo que jamás se ponía en práctica a sí mismo, pensó Nathalie con una sonrisa en su rostro. 

Los ojos de la pelinegra estaban puestos en el techo y una sonrisa cruzaba su rostro la cual no pasó desapercibida por Gabriel.

—¿En qué piensas? —Preguntó dejando el cuaderno a un lado sobre la mesita de noche y mirándola.

Nathalie sonrió mirándole mientras extendía su mano hacia la de él, entrelazando sus dedos en los suyos haciendo que el corazón del platinado se derritiera de amor.

—En que cuando era niña me tumbaba así en el césped del jardín de mi casa y me quedaba mirando las nubes. Podía pasarme horas así hasta que mis padres se daban cuenta y me reñían. —Un suspiro escapó de los labios de la azabache al recordar cada una de las reprimendas de sus padres contra ella.

—¿Tus padres eran igual de duros que yo con Adrien? —La pregunta de Gabriel dejó descolocada a Nathalie, la cual se quedó completamente muda haciendo que el platinado sintiera su pregunta afirmada —. Vaya... Parece que soy un mal padre... 

De repente Nathalie se incorporó en la cama, negando rotundamente mientras cogía sus manos entre las suyas.

—Eres estricto y protector con él pero porque quieres lo mejor para Adrien, porque le quieres más que a nadie y no soportarías que algo malo le pasara. En cambio mis padres solo querían a la hija perfecta. Sumisa y atenta, bonita y estupenda todo el rato. Querían que fuera una réplica de ellos y en verdad nunca me han querido. Ya te lo dije el otro día, mis padres querían que yo fuera un robot prácticamente y que solo me importara el que dirán de otras personas y durante años lo han conseguido... 

—Espero que ya no... No quiero volver a ver a la Nathalie formal y sin corazón que parecías, quiero verte sonreír como lo has hecho estos días... —Susurró Gabriel tirando de ella hacia su pecho dejando que se tumbara en él.

Nathalie sonrió acurrucándose en los brazos del diseñador mientras este recorría sus cabellos con sus dedos.

—No eres un mal padre Gabriel... Todo lo que haces es por él, por tu hijo y Adrien te adora... —Susurró la azabache contra su piel haciendo que Gabriel sonriera.

—Y dime... ¿Qué imaginaba una pequeña Nathalie mientras miraba al cielo? —Nathalie sonrió recordado a su ella del pasado, ilusionada mirando a las nubes sin parar mientras la hierba le hacía cosquillas en su piel.

—Siempre me imaginaba mi futuro, el como sería. Por ese entonces cuando hacía estas cosas era una niña de apenas ocho años. Quería lo que todas. Un príncipe azul que me rescatara de esa prisión con forma de mansión, que se plantara delante de mis padres y les dijera que ya no me mandaban, que me diera fuerza y amor pero sobre todo me imaginaba una familia... Me imaginaba de mayor en una casa, llegando de trabajar y que una nena pequeña con mi mismo pelo y ojos azules corriera a mi encuentro y me llamara mamá... Sandy... 

—¿Sandy? —Preguntó extrañado Gabriel.

—Sí... siempre dije que si algún día tenía hijos ese iba a ser el nombre si tuviera una niña... Sandy... Me encantaba y me sigue encantando... —Nathalie sonrió en la piel de Gabriel haciendo que el platinado sonriera al sentir contra él la curva perfecta de su sonrisa.

—¿Nunca te has planteado ser madre? —Susurró contra su pelo haciendo que Nathalie sonriera de nuevo pero esta vez llena de tristeza.

—Muchas veces pero creo que siempre será un sueño que no podré cumplir. Dentro de nada se me pasará el arroz como aquel que dice y tampoco tengo pareja estable ni nada y madre soltera me da miedo, mucho miedo, el trabajo, las responsabilidades, no puedo permitirme traer una criatura a este mundo y tener que dejarla con terceras personas como hacían mis padres, no me lo perdonaría nunca el convertirme en una réplica de ellos. —El tono de voz de la azabache hizo que el corazón de Gabriel se encogiera.

—Ser padre o madre es la mejor sensación del mundo. Cuando cogí a Adrien en mis brazos nada más nacer fue como que mi vida había cambiado de repente. Tenía una vida a mi cargo, era tan indefenso, tan pequeñito en mis brazos. Ahora ya es todo un hombre y siento que me estoy perdiendo demasiado de él, de su vida... 

—Eso no es así Gabriel... Ya te lo he dicho, todo lo que haces, lo haces por él, para que vuelva a tener a su madre con él... 

Los ojos azules de Gabriel conectaron con los turquesa de los que tan enamorado estaba. Sonrió llevando sus manos a sus mejillas, acariciándolas con sumo cuidado antes de acercar sus labios a los de ella, besándola tiernamente haciendo que Nathalie ahogara un sollozo de placer al sentir la lengua de Gabriel meterse entre sus labios, empezando a jugar con la suya.

—Conoces mejor a mi hijo que yo Nath y eso es un hecho... —Nathalie sonrió.

Sí, lo sabía prácticamente todo de Adrien, sus gustos, sus aficiones, lo poco que le gustaba el chino, lo mucho que adoraba el esgrima, lo mucho que extrañaba a su padre. Sabía cuando estaba enfermo, sabía incluso que su pequeño Adrien, ya no tan niño, estaba completamente enamorado de esa superheroína a la que tanto su padre como ella habían perseguido.

—Aún estás a tiempo de arreglar eso... —Susurró acoplándose de nuevo en su pecho, dejando un tierno beso en su piel que hizo sonreír a Gabriel.

El diseñador se dedicó a recorrer ese cabello negro en sus dedos, era sedoso y abundante, le hacía cosquillas con su contacto y lo amaba demasiado.

—Serías una madre estupenda Nathalie... —Susurró contra su cabeza haciendo sonreír a la azabache que no dijo nada más.

Gabriel sonrió también, cerrando los ojos y en ese momento solo la imagen de una nena pequeña, con cabellos azabaches y ojos azules apareció en su mente mientras corría hacía él y lo llamaba papá mientras Nathalie y Adrien los miraban desde detrás. Esa niña correspondía al nombre de Sandy Agreste Sancoeur... 


7 Días para ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora