Día 5: No me dejes...

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Todo había ocurrido tan de repente, no sabía ni como se encontraban en esta situación. Los ojos de Gabriel estaban inundados en lágrimas mientras en sus brazos yacía Nathalie, inconsciente. Su piel estaba fría mientras sus transformaciones se desvanecían dejando que los dos pequeños kwamis salieran volando y dejaran escapar un sollozo cada uno al ver como la vida de la azabache se escapaba de su cuerpo.

—Nathalie, tienes que escucharme por favor... por favor... —Suplicó Gabriel derrotado mientras cientos de mariposas revoloteaban alrededor de ellos —. No me puedes dejar, no tú... Por favor... —Lloró el diseñador mientras la apretaba más contra él en un intento de devolverle el calor pero era inútil.

Nathalie no respondía a ninguna de sus llamadas, a ninguna de sus suplicas. No tendría que haberla dejado transformarse una última vez, siempre era una última hasta que volvía a hacerlo pero ahora si que ya no había marcha atrás. Él era el único culpable de que Nathalie se encontrara así.

—Maestro... Es inútil... La señorita Nathalie ha... 

—¡Ni se te ocurra decirlo Nooroo! —Gritó Gabriel interrumpiendo a su kwami.

La apretó más a él, sintiendo como su corazón se rompía al ver que definitivamente la vida había escapado de Nathalie... Su Nathalie estaba muerta, ya no la vería más, ya no podría oír su risa nunca más, ya no podría besarla como tanto amaba y sobre todo no podría decirle de verdad que la quería.

—Maestro... —Volvió a intentar decir Nooroo pero Gabriel no escuchaba.

—Te quiero Nathalie... Lo siento mi amor... Siento haberte arrastrado a esto... Lo siento... —Lloro contra ella.

Nooroo y Duusu se miraron con lágrimas en los ojos mientras Gabriel abrió el puño y ahí los pudo ver, esos malditos milagros que tanto tiempo había intentado conseguir ahora eran suyos y no los podía usar, no después de saber que para pedir un deseo alguien deberá pagar las consecuencias. Todo esto, los años de lucha, de ser un villano, la muerte de Nathalie, todo había sido en vano y ahora había perdido a lo único que le quedaba en el mundo, ella... Dejó caer los prodigios de la mariquita y el gato al suelo, maldiciéndose a si mismo. 

Él había matado a Nathalie...

—¡No!

Los ojos de Gabriel se abrieron de golpe sintiendo como su corazón estaba acelerado, como el sudor brotaba por su cuerpo. Le costó averiguar donde se encontraba pero por fin sus ojos se fijaron en que estaba en la habitación de Nathalie en su mansión y fue entonces cuando sintió como dos brazos delgados lo rodeaban y unos suaves labios se posaban en el hueco de su cuello. Con cautela y lleno de miedo se giró dejando escapar un suspiro de alivio al verla a ella, a su Nathalie.

—Nath... Eres tú... —Susurró con voz temblorosa.

Nathalie sonrió asintiendo mientras perdía sus dedos en los cabellos despeinados de su hombre.

—¿Quién iba a ser? Has tenido una pesadilla...

—La peor de mi vida... Era tan real... —Dijo mientras ocultaba su rostro entre sus manos, sollozando.

—Si quieres puedes contármela... —Gabriel se giró para verla de nuevo y sin esperar a más, cogió sus mejillas entre sus manos y la besó.

El corazón del diseñador se aceleró al igual que el de ella, era un beso necesitado, lleno de miedo y de amor a la vez. Gabriel se relajó al sentir la calidez que irradiaba del cuerpo de Nathalie, muy diferente al frío que ha llegado a sentir en ese horrible sueño en el que la perdía por su culpa.

—Estábamos en la guarida... Habíamos ganado... —Nathalie sonrió negando.

—Pero es bueno, no entiendo la pesadilla...

—Eso no es todo...  Ganábamos sí pero al mismo tiempo descubríamos que para pedir un deseo alguien debe pagar las consecuencias... —El rostro de Nathalie cayó al completo al darse cuenta de que estaba siendo una pesadilla porque no podía traer a Emilie al mundo de nuevo.

—Seguro que eso es mentira, ya verás que cuando los consigamos no hay nada malo en ello y podrás traer a Emilie de vuelta. 

—¡Emilie me da igual ahora mismo! Te perdía a ti Nathalie, usaste demasiado el prodigio, seguía dañado, no estaba curado del todo tal y como creíamos, te llevé al límite y morías en mis brazos. Yo te mataba por una causa perdida... —Gabriel rompió a llorar.

Nathalie estaba mirándole con los ojos abiertos como platos mientras intentaba asimilar las palabras que acababa de decir Gabriel. Ya no solo el hecho de que dijera que Emilie le daba igual, sino el hecho de que su sueño se había convertido en una pesadilla porque la perdía a ella...

—Gabriel... —Fue lo único que pudo decir, su nombre en un lento susurro.

El platinado no aguantó más y moviéndose rápidamente la abrazó contra él, ocultando su rostro en el hueco del cuello de Nathalie, posando sus labios justamente donde su pulso era notable, comprobando así nuevamente que estaba viva, que estaba con él aquí y ahora.

—No me dejes... No me dejes nunca Nathalie... Yo... Yo no podría vivir sin ti... —Suplicó en su piel tal y como en el sueño le suplicaba que no se marchara de su lado, que no le dejara solo.

—Gabriel... 

—Prométemelo, prométeme que jamás me dejarás, que jamás dejarás a Adrien. Sin ti nada sería igual. Te necesitamos, te necesito... —Ese último "te necesito" salió de sus labios en modo de súplica.

Nathalie sonrió con lágrimas en los ojos. No sabía que estaba pasando ahora mismo. Su kwami podría ser el de los sentimientos pero eso no jugaba a su favor pues no podía descifrar que es lo que Gabriel sentía en estos momentos. Tan solo pudo hacer una cosa: cogió sus mejillas en sus manos y acercó sus labios a los de él, besándole tiernamente.

—No me iré nunca de vuestro lado a no ser que vosotros así lo querráis en algún momento... —Insinuó refiriéndose a sin en algún momento Emilie vuelve. Está claro que después de eso ella ya no haría falta en sus vidas.

—Jamás querremos que te marches... Tú... Tú eres todo Nathalie... No me dejes nunca... 

—Sabes que no lo haré... Siempre estaré a tu lado, pase lo que pase...

Gabriel sonrió antes de volverla a besar, la necesitaba, la necesitaba y mucho, más que al aire que respiraba, más de lo que había necesitado a Emilie todos estos años de regreso. Se sentía mal por pensar en ello, pero era la verdad. Amaba a Emilie, sí, era su esposa, la madre de su hijo y jamás dejará de amarla pero era el momento de pasar página. Sabía que hasta ella lo querría así. Querría que volviera a ser feliz, querría que él junto con Adrien y Nathalie formaran de nuevo una familia unida. Ahora lo veía todo claro ante sus ojos. No habría más Lepidoptero, no habría más Mayura, no más akumatizaciones, no más poderes. 

—No podría perderte... No ahora... —Susurró Gabriel en su cuello, sintiendo como sus ojos llorosos cada vez eran más pesados.

Nathalie lo notó y en un lento movimiento se quedaron acostados de nuevo en la cama. Gabriel se durmió al instante, acurrucado en ella con su cabeza en el hueco de su cuello, notando sus latidos vivos contra él. Nathalie sonrió, no entendía nada y sinceramente no quería entenderlo, estaba feliz, estaba llena, llena de él, de sentirse amada por primera vez aunque posiblemente fueran sus imaginaciones de enamorada pero por una vez se dejaría llevar pensando que de verdad Gabriel le correspondía en sentimientos.

—Te quiero Gabriel... 

Fue lo último que la azabache dijo antes de acompañar a su amado en sueños, esta vez unos sueños libres de pesadillas...

7 Días para ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora