Día 7: Familia...

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Sus labios se movían mutuamente con lentitud, sin prisas, los unos sobre los otros mientras el cuerpo de Nathalie estaba a horcajadas sobre el diseñador el cual abrazaba sus caderas con esas enormes manos suyas, tan expertas y que tanto amaba la mujer que tenía sobre él en estos momentos.

—Deberíamos parar, Adrien no tardará en bajar... —Susurró ella en su boca haciendo suspirar al platinado el cual a regañadientes se separó de la azabache.

—De acuerdo, pero una vez lo sepa pienso besarte a todas horas, esté o no esté mi hijo delante. —Susurró con descaro haciendo reír a Nathalie.

—Eres insaciable querido... 

—¿De ti? Di algo que no sea evidente... —Ambos rieron antes de que sus instintos más primarios volvieran a ellos y no pudieran evitar comerse a besos de nuevo.

—Venga... Gabe... —Gabriel sonrió, odiaba demasiado ese diminutivo de su nombre pero en los labios de ella sonaba de lo más increíble.

—De acuerdo... pero eres tú la que me está pidiendo que pare pero bien que sigues sobre mí... —Dijo señalando la evidencia de que a cada minuto que pasaba Nathalie se molía más contra su regazo.

La pelinegra sonrió, besándole de nuevo antes de levantarse separándose así de ese hombre que la llevaba a la locura. Extendió su mano hacia él la cual Gabriel aceptó gustoso. Se levantó, quedando cara a cara con ella y otra vez sus brazos estuvieron alrededor de su cintura pegándola a él.

—Gabriel... —Murmuró ante su cercanía.

—Después de estos días no me pidas que esté alejado de ti porque no podré. Te amo... —Susurró antes de besarla suavemente haciendo que la azabache posara sus manos en sus mejillas retirándole de ella pero solo un poco, solo lo bastante para poder hablar pero todavía para poder sentir su aliento contra ella.

—Cuando Adrien lo sepa. No me apetece que ahora entre por esa puerta y nos descubra así... —Gabriel sonrió, asintiendo a sus palabras, la entendía a la perfección y siendo sinceros a él también le daba miedo que Adrien no se tomara las cosas demasiado bien.

Cogió su mano suavemente, llevándola a sus labios y dejando un casto beso en su dorso haciendo sonreír a Nathalie. Este hombre algún día la mataría.

—Todo va a estar bien... —La pelinegra asintió, abrazándose a él, enterrando su rostro en su pecho y envolviéndose de esa calidez a la que se había vuelto completamente adicta.

Mientras tanto, Adrien bajaba las escaleras, manteniendo una conversación con Plagg.

—De verdad, me muero de hambre... —Gimoteó el kwami negro con una sobre actuada dramatización que hizo reír a su portador.

—Ya queda menos Plagg, solo espera que cenemos nosotros y si me prometes que no me montarás ningún jaleo durante la cena intentaré conseguirte el mejor cambémbért de París. —Plagg asintió con una sonrisa metiéndose en el interior de la chaqueta de Adrien pero pensando que esta cena se alargaría más de la cuenta. Cuando el joven Agreste abrió la puerta del comedor con lentitud, se percató de dos figuras al otro lado, estaban abrazadas y una sonrisa cruzó su rostro al ver de quiénes se trataban —. Plagg... Mira... —El kwami asomó su cabeza y así afirmó que esta cena se iba a alargar como el pensaba.

—Algo me dice que hoy no ceno... —Adrien sonrió, sin poder apartar la vista de ellos.

Su padre y Nathalie estaban compartiendo un tierno abrazo, ninguno de los dos se daba cuenta de que estaban siendo observados y fue entonces cuando se separaron que el rubio vio como su padre sujetaba las mejillas de Nathalie con dulzura y se acercaba a ella besando tiernamente su frente. 

7 Días para ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora