Celebración

894 44 20
                                    

La puerta de la habitación de Adrien se cerró haciendo que ambos adultos se miraran y sonrieran al instante. El joven rubio había estado junto a Nathalie arreglando cada una de las cosas para salir mañana mismo hacia la casa de sus abuelos, pero ahora que estaban ellos dos solos de nuevo, el diseñador se inclinó sobre la oreja de su prometida.

—¿No crees que es hora de que tú y yo celebremos esto como Dios manda mi querida Mayura? —La voz ronca de Gabriel hizo que la azabache se estremeciera de arriba a bajo mientras el dedo del platinado recorría el lugar en su mano donde se encontraba ese precioso anillo que él mismo ha elaborado de principio a fin.

Nathalie mordió su labio inferior girándose hasta quedar cara a cara con él, con el hombre que le había quitado el sentido durante tantos años y con el cual ahora mismo se encontraba prometida.

—Mmm... Me parece una idea brillante querido... —La pelinegra abrazó su cuello acercando su boca ahora ella a su oído y susurró —. Pero con una condición... Que sea duro... —Gabriel rió roncamente causando que con ello Nathalie se humedeciera.

Las manos del diseñador se aferraron a sus caderas y de nuevo sus ojos conectaron.

—No la defraudaré señorita Sancoeur... —Ambos sonrieron y sin esperar a más chocaron sus labios en un ardiente beso.

Se besaron hasta que llegaron al final del pasillo, justo donde se ponía en pie la puerta de la habitación de Gabriel, bueno, la de ellos dos ahora. El platinado la abrió de espaldas tirando de Nathalie hacia dentro y antes de que la azabache pudiera reaccionar su boca volvía a ser presa por los ansiados besos de un diseñador lleno de lujuría y pasión en ese momento. Se separó de ella recorriendo su todavía cuerpo desnudo con sus manos y mordiéndose el labio inferior.

—¿Qué? —Dijo Nathalie sonriendo haciendo gruñir a Gabriel.

—Te voy a hacer gritar querida... —Y de repente el cuerpo de la pelinegra se vio aprisionado entre la pared y el platinado —. Vas a saber lo que es un buen orgasmo... —Nathalie gimió pero fue demasiado tarde su boca de nuevo fue atrapada por la de Gabriel.

Las manos del diseñador se metieron por debajo de su camiseta de cuello alto. La pelinegra se estremeció, sus manos estaban frías, muy frías y su toque quemaba pero era placentero, muy placentero. 

—Dios... —Gimió Nathalie al sentir la boca de su prometido contra la piel blanca en su cuello. 

El platinado sonrió llevando sus manos al botón del pantalón de la azabache desabrochándolo y sonriendo de lado. Las de Nathalie se movieron frenéticamente en el cuerpo de su novio, desabrochando su camisa dejándola entreabierta antes de que Gabriel apartara sus manos de su cuerpo.

—Oh no querida Mayura... Hoy manda Lepidoptero... —Nathalie rió dejando caer sus brazos a sus costados.

—De acuerdo señor... —Gabriel mordió su labio inferior, recorriendo de nuevo con su mirada todo el cuerpo de Nathalie.

Sus pechos quedaban medio expuestos en el sujetador de encaje mientras sus manos terminaban de bajar con totalidad los pantalones al suelo dejándola tan solo en ropa interior. Nathalie se apoyó del todo contra la pared moviendo su pelo con gracia y haciendo tragar duro al hombre que tenía delante. Su entrepierna dolía, necesitaba estar dentro de ella ya y el momento no se hizo esperar. Gabriel abrió su cremallera y su miembro duro salió por fin de entre los confines de los pantalones rojos. Fue en un rápido movimiento cuando el cuerpo de la pelinegra se vio de nuevo volando en el aire, las manos de ella se enredaron alrededor del cuello del platinado dejando que sus dedos recorrieran suavemente su cuero cabelludo mientas su mirada descendía a donde sus cuerpos se unían. 

Nathalie tragó saliva y gimió como nunca cuando fue capaz de ver como el miembro duro y palpitante de su amado se perdía en su interior. Echó la cabeza hacia atrás dandole acceso a su cuello a Gabriel el cual no dudó ni dos segundos en abalanzarse sobre él. Empezó a embestirla, clavando su espalda contra la fría pared blanca pero el calor que ambos desprendían era suficiente como para quemar y crear fuego. El cuarto se llenó de gemidos y gruñidos de pasión, la espalda del diseñador empezaba a marcarse con el rastro de las uñas que Nathalie clavaba continuamente, el labio de la azabache esta a punto de sangrar a causa de sus mordiscos en un intento de aguantar el tan inmenso placer.

No era ni por asomo su encuentro sexual más romántico, ni el que más sentimiento tuviera pero eran ellos dos contra el mundo, siempre había sido así y siempre será de esa forma. Ellos no eran convencionales, nunca lo fueron y ahora no iban a caer en eso, ellos dos eran los villanos más temidos y más amados a la vez, ellos eran simplemente ellos...

Nathalie clavó sus uñas en sus hombros llevando su boca al oído de Gabriel mientras este no dejaba de embestirla con rapidez.

—Señor por favor... —Gimió llena de ansias de llegar a ese orgasmo.

Gabriel sonrió recorriendo la espalda desnuda de la azabache con sus largos y expertos dedos de diseñador.

—Venga nena... —Ese nena era demasiado nuevo para ella y fue el detonante que le sirvió a Nathalie para estallar en un potente orgasmo.

Gabriel la siguió, corriéndose en su interior, disfrutando... Cuando se calmaron y sin salir de ella, Gabriel llevó a Nathalie a la cama donde se dejó caer poniéndose sobre ella de nuevo. Las manos de la azabache se enredaron en su pelo platinado y se miraron a los ojos mientras el diseñador ahuecaba su rostro entre sus manos.

—Estoy deseando convertirme en tu esposa... —Dijo Nathalie sonriendo.

—En si el matrimonio solo es un papel firmado, tú ya eres mi esposa, soy tuyo y siempre lo seré, siempre ha sido así y nunca dejará de serlo... Eres mi vida entera Nathalie... —La pelinegra mordió su labio, sintiendo por primera vez lo que era ser amada de verdad.

—Te quiero...

—Yo más... 

Y con eso, se besaron suavemente y toda la noche se convirtió en varias muestras de lo que era el amor verdadero de dos villanos que no eran tan malos de verdad...

7 Días para ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora