El hijo de la bruja

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En un pueblo donde abundaba la perversión, la maldad y los vicios, habitaban, uno a cada extremo del pueblo, dos brujos que se consideraban competencia y enemigos, pues cada uno hacía lo posible para arruinar el puesto del otro, y así, prosperar el suyo.

   El brujo solitario que vivía del extremo derecho era buscado para hacer males contra las personas, en cambio, la bruja que vivía al extremo izquierdo, era buscada para hacer encantamientos a los objetos o animales, porque aún tenía un poco de empatía en su corazón, pues tenía dos hijos a quienes amaba.

   Sus dos hijos eran gemelos: Reiji y Keiji. Keiji se dejó perder en la inmundicia de su pueblo, se convirtió en el pirata más temible del mundo antiguo, robaba incluso a las navíos de la realeza, valiéndose con la brujería de su madre. Reiji era todo un contraste al lado de su gemelo Keiji, porque era uno de los pocos benevolentes e inocentes de su pueblo. Los oficios de su madre y de su hermano no interferían en él, que estaba a punto de contraer nupcias con la joven más dulce del pueblo vecino. Su trabajo no era carente de honestidad: se ganaba la vida siendo panadero.

   Un día, Keiji regresó a casa antes de tiempo. Estaba enfurecido, listo para discutir con su madre, pero ella no estaba en la casa, en su lugar, estaba Reiji cuidando los panes en el horno. Keiji dirigió su enojo hacia Reiji.

   —No sabes nada del mundo, prefieres encerrarte y dejar que tu madre y tu hermano se expongan a los peligros que habitan en este momento. Dime cuánto aportas a la casa con tu pan, ¡Absolutamente nada! Reiji, aún estás a tiempo de ser el próximo brujo de la familia.

   —Keiji, no soy un pirata despiadado com tú, tampoco soy un brujo como nuestra madre, pero sé vivir sin meterme en problemas.

   —¡Ignorante! ¡Crees que por evitar problemas ellos no llegarán a ti! Debes prepararte para la adversidad, no huir de ella. Si pudieras unirte a mi tripulación...

   —Keiji —dijo la bruja apenas llegaba—, ya te he dicho que no cuestiones las decisiones de Reiji. ¿Qué haces aquí? No regresarías de Las Indias hasta que la luna volviera a estar llena.

   —Lo habría hecho —contestó Keiji, recordando su enojo—, si no hubieran saqueado lo que ya había hurtado. ¡Telas y joyas, todo me fue robado de vuelta! ¿Y sabes por qué? Porque se venció el encantamiento que servía como escudo a mi barco, ¡Dijiste que tardaría un año, y solamente duró seis meses!

   —Keiji, ¿qué podría hacer para compensártelo? El brujo del bosque es más visitado cada día.

   —No me importaría el destino de las posesiones si no conociera al ladrón. Arvin fue el culpable, siempre persigue mis embarcaciones. Me he enterado que su esposa está al borde de la muerte tras haber dado a luz a un bebé muerto, eso significa que necesita dinero urgentemente.

   —¿Y por qué no lo dejas quedarse con todo? Lo necesita más que tú —preguntó Reiji. Keiji lo ignoró.

   —Madre, quiero que en este instante conviertas en escarabajos cada joya que me robó, que las alfombras se transformen en gusanos, ¡Y que los instrumentos de plata se conviertan en vasijas de simple barro barato!

   La bruja, que tanto odiaba mirar a sus hijos disgustados, hizo lo que se le pidió. Intentó olvidar el estado de salud de la pobre mujer, y conjuró las posesiones del barco de Arvin. Tras haber obtenido lo que quiso, Keiji consiguió más hechizos para su barco y se marchó con urgencia, porque se enteró que el oro de un Rey estaba en Alta Mar, y quería ser el primero en encontrarlo para saquearlo.

Reiji no se avergonzaba de la profesión de su madre, pues sabía que su padre la amenazó de muerte si no seguía con la tradición familiar. Quien le avergonzaba era su gemelo, que pudiendo elegir tantas cosas, se dedicó a afectar a terceros, y el incidente de Arvin hizo que se sintiera más avergonzado de su hermano, que únicamente se distinguían porque Keiji tenía una cicatríz que le hizo la bruja en el mentón para diferenciarlos.

Cuentos de Hadas (Vólumen II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora