Capítulo 12: De piedra

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Al fin estoy en Hogwarts y ya pasaron varios meses desde que paso lo de Chris. En ningún momento salí de la cabaña. Soy una maldita cobarde. Me enfrento a todo tipo de monstruos, pero no puedo contra un chico. Supongo que es porque si algo falla no lo podre matar.

Mientras estuve con Susy en el campamento pensamos en maneras de salvar a los personajes y ya casi terminamos. No sé qué haría sin ella. Ahora tengo un peso menos pesado sobre la espalda.

Ya paso San Valentín y estuvo muy... empalagoso. Con todos los corazones volando y esos duendes persiguiendo alumnos por todas partes. Lo más sorprendente es que recibí cartas, y bastantes. Por alguna razón ninguna tenía firma o alguna señal para descubrir su dueño. La escondí bajo la almohada pues no creía poder soportar otra charla sobre chicos con Parvati y Lavender.

Herms ya salió de la enfermería sin una sola bola de pelos.

Me comunique con Circe para decirle que estaría en las vacaciones con ella entrenando y me dijo que tenía que empezar a ayunar un mes antes para tener la mente despejada. Obvio puedo comer ambrosía y néctar para recomponer la comida que le falta a mi sistema.

Y yo... yo me rompí la pierna. Estaba bajando las escaleras cuando alguien me empujo por detrás y termine de bajar las escaleras... pero rodando. Solté mil maldiciones mientras la gente se apartaba de mi camina y no me ayudaban, gracias. Después un chico muy amable de Huffelpuff, de más o menos 15 años, me llevo a la enfermería. Desde entonces hablamos y me dijo que se llama Cedric. ¿Qué loco no?

El punto es que no podrá jugar en el partido contra Huffelpuff de esta tarde. Y eso que ni la ambrosía pudo curar la pierna en menos de 24 horas. ¡Maldito sea el que me haya empujado! No suelo ser vengativa, pero... ¡espero que te caiga shampoo en los ojos, desgraciado!

Me despierto gracias a unos zarandeos de parte de Herms para que me apure y veamos el partido. Con un poco de ayuda bajamos hasta el GC con Ron y Harry, hasta que este último se detiene con un grito. El trio intercambia unas cuantas palabras y después Herms me arrastra hasta la biblioteca, con cuidado de que no me caiga por las muletas. 

Cuando llegamos ella se pone a buscar como loca en los libros. Pasa las páginas con furia como si el libro tuviera la culpa. Finalmente, sus ojos brillan al encontrar lo que busca y arranca la página con cuidado de que Pince no se dé cuenta. Se acerca a la mesa donde me senté a esperarla y al ver la confusión en mi rostro explica su comportamiento:

- Descubrí que es lo que ataca los estudiantes. –finjo sorpresa y me pasa el papel que arranco y lo leo:

De las muchas bestias pavorosas y monstruos terribles que vagan por nuestra

tierra, no hay ninguna más sorprendente ni más letal que el basilisco,

conocido como el rey de las serpientes. Esta serpiente, que puede alcanzar un

tamaño gigantesco y cuya vida dura varios siglos, nace de un huevo de

gallina empollado por un sapo. Sus métodos de matar son de lo más

extraordinario, pues además de sus colmillos mortalmente venenosos, el

basilisco mata con la mirada, y todos cuantos fijaren su vista en el brillo de

sus ojos han de sufrir instantánea muerte. Las arañas huyen del basilisco,

pues es éste su mortal enemigo, y el basilisco huye sólo del canto del gallo,

que para él es mortal.

Miro a Herms, esta vez sorprendida de verdad.

- Claro, todo encaja. La voz que escuchamos Harry y yo es la serpiente, porque hablamos pársel. Los gallos muertos de Hagrid... el heredero los mato para cuidar su mascota. Y por eso las arañas huyen en los lugares de los ataques, por el basilisco. Lo que no entiendo es como sobrevivieron los atacados.

- Está claro, no miraron a la serpiente directamente. Lo hicieron en reflejos o a través de Nick en el caso de Justin. -dice Herms sin creérselo tampoco.

- Si. Pero ¿Cómo rayos nadie vio una serpiente gigante en los pasillos? Digo, serían más ciegos que Harry. –Herms se queda un momento pensando hasta que salta de su asiento.

- ¡Las cañerías! Leí que son muy anchas. Seguramente se transporta por las cañerías y por eso nadie la ha visto. –me arranca el papel de las manos para correr en dirección a Harry y Ron, pero la detengo.

- Espera Herms. Préstame una pluma. –Herms se dirige a una Ravenclaw para pedirle prestada la pluma y me la pasa. Con cuidado de que la letra sea legible escribo en el papel «Cañerías».

–¿Para qué lo escribes?

- Confía en mí. –sin rechistar caminamos más relajadas camino al estadio, pero nos detiene la dueña de la pluma.

Antes de que salga con nosotras toco la frente con mi dedo mayor y corazón.

- Te quedaras aquí y no saldrás hasta dentro de diez minutos. –uso la magia que me queda para mandarle esas órdenes al cerebro y unas pequeñas ondas moradas se extienden por su frente como el agua cuando lanzas una piedra.

Como en trance camina de vuelta a la mesa y me desplomo. Herms me ayuda a salir de la biblioteca. Ya que no he comido nada durante estas semanas estoy muy débil y hacer magia antigua no ayuda en mi estado. Cuando estamos por cruzar la puerta escucho un silbido aterrador.

- Matar... Sangre... ¡Es hora de matar! –empujo a Herms contra la pared para que no dé ni un paso más.

Saco de mi bolsillo un pequeño espejo mientras que con la otra mano sujeto la página del libro con fuerza en un puño cerrado. Me apoyo en la pared y miro con el espejo hacia el corredor. Siento a Herms acomodarse detrás mío para ver también hacia el espejo y justo cuando estoy por bajarlo veo unos brillantes ojos amarillos con la pupila en forma de rendija. Todo mi yo se paraliza y siento la rigidez de Herms. Nos acaba de petrificar.

...

...

...

...

...

...

Bueno, petrificarse no es como lo pensaba. Digo, si, no me puedo mover, pero puedo escuchar los siseos de la serpiente mientras se acerca, puedo ver (aunque solo en la dirección en la que quedaron petrificados mis ojos) su piel escamosa, puedo oler el hedor a ratas muertas y cañerías que desprende y también puedo sentir como me duele la espalda cuando la serpiente en su intento de huida nos golpeó y nos caímos. Creo que voy a tener una pequeña fobia a las serpientes a partir de ahora.

Escucho un grito y una larga cabellera negra cae sobre mi rostro entrando a mi boca semiabierta. Puaj. Me gustaría poner mueca de asco, pero no puedo. La chica corre su cabello y veo unos ojos negros un poco rasgados. ¿Chang? ¿La changa? Se ve preocupada al ver que no me muevo y sale corriendo. ¿Se fue? ¡¿Se fue la muy cobarde?! ¡Vuelve aquí maldita! Uh, ya verás cuando me des petrifiquen. Al cabo de un rato, llega McGonagall que al vernos nos hace levitar hasta la enfermería donde habla brevemente con Pomfrey sobre nuestra situación y escucho un portazo.

Escucho que la puerta vuelve a abrirse y me empieza a doler el cuello pues intente girar la cabeza.

- ¡Hermione! –grita Ron y escucho como corre hacia ella. Oh gracias Ron, yo estoy bien gracias por preguntar.

Siento como alguien me acaricia la mejilla, pero no alcanzo a ver quién es. Juraría que me ruborice a pesar de estar congelada. Siguió acariciando mi mejilla a pesar de mis reclamos interiores. Obvio, no puede leer mentes, Dora. Se acerca a mi rostro y veo que es Harry, y me ruborizo más. Parece que lo nota porque un brillo raro se prende en sus ojos.

—Las encontraron junto a la biblioteca —dice la profesora McGonagall y Harry se separa de mi—. Supongo que no podéis explicarlo. Esto estaba en el suelo, junto a ellas...

Siento que me arrancan con fuerza el espejo de la mano y estoy segura de que se me partieron los dedos. Que delicadeza, Minnie.

—Os acompañaré a la torre de Gryffindor —dice con seriedad la profesora McGonagall—. De cualquier manera, tengo que hablar a los estudiantes.

La puerta vuelve a chirriar y sé que me he quedado sola.

Una Jackson ¿en Hogwarts?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora