diecinueve

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Aristóteles sonrió y robó un trozo de fruta del lonche que su novio comía, ese día estaba especialmente de buen humor.

— Te dije que solo necesitabas hablar con mi suegrita. — Temo sonrió, marcando las pequeñas y adorables arrugas junto a sus ojos. Él era simplemente tierno.

— Fue lo mejor que pude hacer, gracias por tu consejo.

— No fue nada... —el moreno sonrió nuevamente hacia su novio, que lo miraba enternecido mientras comía. — Deja de mirarme tanto, tahi, me pones nervioso.

— ¡Es que no puedo dejar de mirarte! — espetó el rizado sonriendo completamente, esa era la verdad. Su novio era demasiado lindo, tierno y adorable, no podía dejar de ver sus gestos ni por un segundo. — Me encantas mucho.

Las mejillas de Temo se encendieron en un color carmín intenso, lo único que se le ocurrió hacer fue mirar a otro lado mientras terminaba de masticar un pequeño trozo de comida. De verdad que nunca podría acostumbrarse a tener al atractivo Aristóteles Corcega haciendo ese tipo de comentarios.

— Deberíamos tener una cita, tú y yo solos.

— ¿Una cita? —Aristóteles sonrió hacia su novio mientras asentía.

— Mañana te diré donde y cuando nos veremos, será una sorpresa.

PROBLEMS // aristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora