dieciséis

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— Recuerda que aquí nos vemos mañana para irnos juntos a la escuela, ¿ok? — Temo asintió hacia el rizado, se sentía un niño pequeño por como le daba la instrucción, pero es que ya iban dos veces en las que se quedaba dormido y Papancho lo tenía que llevar en la burra rápidamente.

— Vale, aquí temprano mañana.

Aristóteles sonrió y le depositó un beso en la mejilla a su adorable novio.

— Nos vemos mañana.

El Lopez tan solo asintió y siguió su camino, perdiéndose de la vista de Aristóteles que comenzó a emprender su camino hasta su departamento.

— No puedo seguir viendo a mi hijo con esos comportamientos antinaturales. — La voz de su padre se hizo presente en todo el pasillo, parecía estar hablando con alguien sin notar la presencia del rizado. — Todo esto es demasiado para mí.

— Audifaz. —La voz de su madre se hizo presente, sonando un poco cansada por el suspiro que vino después. — Para mí también es difícil todo esto, pero es su vida y él sabe lo que hace.

— Es un niño, Amapola, ¿cómo va a saber lo que hace?

— Simplemente lo sabe. Si en algún momento descubre que no es gay lo habrá descubierto a tiempo.

Amapola volvió a suspirar y miró a su —próximamente—ex esposo frente a ella, luciendo cansado. Entendía que quería lo mejor para su hijo, pero no lo demostraba de la manera correcta y eso era cansado. Quería que Aristóteles fuera feliz, y aquel hombre no ayudaba en eso.

— Soy gay, aunque cueste aceptarlo. Y no voy a cambiar.

Aristóteles dijo eso de manera dura, mirando a sus padres a los ojos antes de entrar a la casa sin más. Dejando a los adultos con las palabras en la boca.

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