veintiuno

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Aristóteles volvió a reír por una de las ocurrencias que Pancho López siempre decía, estaban llevando una platica bastante amena desde que había llegado mientras esperaba a Temo, tanto así que no había notado que llevaba casi quince minutos esperando que su novio finalmente saliera.

— Lo siento, lo siento. Ya estoy listo, podemos irnos.

La voz de Temo se hizo presente en la sala y los dos hombres que antes hablaban entre si ahora lo miraron. Ambos con los ojos de amor total, iluminandoseles la vista mientras seguían observándolo.

— Te ves maravilloso, tahi. —Aristóteles fue el primer en hablar, dando un paso al frente para acercarse a su novio y dejar un beso en su mejilla.

— ¡Chiflando y aplaudiendo! Separense los dos que yo sigo aquí para ver que no hagan nada que no sea para su edad.

El menor de los adolescentes se cubrió el rostro sonrojado y se quedó callado, mientras su novio reía nuevamente.

— Suegrito, ya sabe que puede confiar en mí. Nadie, y me incluyo, tocará a su bello hijo nunca.

Pancho miró a Aristóteles sorprendido por lo que acababa de escuchar y después miró a su hijo, que lo miraba de igual manera pero con su clásico sonrojo marcado en sus mejillas.

— Entonces váyanse, que el espía que contrate cobra por horas y ya está en el restaurante.

PROBLEMS // aristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora