CAPITULO 4

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MATILDA

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MATILDA

La punta de mi bolígrafo entre mis dedos, no deja de golpear incipiente una y otra vez, sobre la superficie del mostrador de la panadería por estar pensativa.

Y mierda.

Porque, malditamente no encuentro un análisis completo, de lo que fue todo lo ocurrido ayer.

Y gimo en voz alta apoyando mi frente sobre la mesa y hasta apretando mis piernas entre sí, en solo recordar lo que me hizo y me negó dos malditas veces, viniendo a mi mente cuando lo miraba anoche, lo jodidamente sensual que se veía haciéndome sexo oral.

Y tuve la seria necesidad cuando me dejó en el edificio y solo acompañarme hasta el ingreso de la puerta de entrada, de correr a la habitación y sumergida en una ducha para refrescarme, porque lo necesitaba.

Lo preciso, todavía.

Ya que, sobre su beso de despedida y sin soltar mis labios, me dijo que no me vaya a tocar, porque se enojaría mucho y repitió eso del correctivo, como la pendiente promesa en el aire del orgasmo de mi vida pronto y asentí, obediente.

Lo cumplí.

Pero un inmediato, que dependía de mí y de no, solo entrega de mi cuerpo como fue anoche y por más que lo amo.

El profe quería mi alma, también.

Ya que no era completa y él lo sabe tanto como yo, por mis jodidas dudas y para consolidar eso, mi %30 se tenía que convertir en un %100 en ello. 

Y yo, tomo mi cabeza.

Ay, no puede ser...

Porque, cuando lo sintiera y ocurriera, tenía que buscarlo tomando la iniciativa para que me de el prometido polvo de mi vida.

Y resoplo aburrida, garabateando la libretita de pedido.

- Guau... - Aparece Mica, sobre mi hombro. - ...te gusta duro? - Curiosa y de la nada. 

- ¿Qué? - Le digo sin entender y señala el papel. 

Y mis ojos se abren sobre docenas de rayones que hice, porque escribí palabras sueltas alusión a lo que Santo me dijo, como kinky fackery entre otras.

Mica me mira.

- ¿Lo escribiste y no sabes lo que es? - Me pregunta.

- Me suena a mandada al diablo... - Digo y ríe, mientras acomoda una canasta con productos.

- Estás rara y pensativa desde que viste a tu amor prohibido ayer... - Se gira de golpe, entusiasmada. - ¿Estás así, por él? - Toma mis manos entre las suyas, emocionada y casi saltando de entusiasmo. - ¿Es por él, Matilda? ¿Es por él? - Repite. - ¿Se vieron? 

- Algo así... - Para qué, mentir. 

- ¿Y por qué, esa cara? - Me suelta triste, ya que no me entiende. - Pareció que te ama... - Sus manos suben de golpe a su boca. - ¡Oh Dios! ¿No me digas que es casado? ¡Y por eso lo de amor prohibido! - Pero mi gesto negando la hace respirar aliviada.

El Santo 2 ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora