CAPITULO 10

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SANTO

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SANTO

Mi barbilla apoyada en mi puño y sobre mi mesa, cambia de postura por mis pensamientos.

Y la tapa de mi laptop siendo cerrada de golpe, interfiere con el único sonido que inunda en el aula.

La conversación entre mis alumnos de TP dado, después de la introducción al tema.

Miro pensativo mi escritorio frente a mí, como si fuera el psicoanalista y me diera las respuestas de mi dudas o más bien, la de mi gran pregunta.

¿Qué hago?

Un dígito de la hora de mi celular al cambiar la dirección de mi vista, justo en ese instante, suma un minuto más en ese instante a 8.

En dos, termina mi módulo de clase y con ello, la respuesta a mi interrogación interna.

Corriendo mi silla por espacio y algo sonriendo por eso, me pongo de pie y en simultáneo sacando de su respaldo, me pongo mi saco de vestir, mientras y sobre el timbre de aviso de cambio de materia, doy las directivas de tarea para la próxima clases como la entrega del trabajado, guardando todo en mi maletín.

Resoplos con caras largas y saludo de despedida se mezclan, causando que sonría.

Predecible.

Intercambio saludo con mi colega llegando a tiempo, mientras doy un último saludo a todos saliendo y ni siquiera pierdo tiempo en la demora del ascensor, voy en dirección a las escaleras.

Fue mi última clase, por eso apuro mis pasos ya afuera y hacia el estacionamiento por mi camioneta.

Ni siquiera me tomo la libertad al llegar a mi departamento en desvestirme ordenadamente y como siempre con mi ropa de trabajo.

Me deshago de la camisa como pantalón y aflojando en el proceso la corbata sin perder tiempo, en el trayecto al baño por una ducha rápida, para luego solo llevar puesto una muda del día.

˂˂ ...dame tiempo, solo unos meses y prometo darte esa felicidad que esperas... ˃˃

Viene a mente las palabras de Clara, ese día recorriendo el parque.

Tal nefasto, que luego nunca cumplió por despedirse tiempo después con un beso en la mejilla diciéndome adiós y sin más, desaparecer de mi vida para siempre.

Y yo, sucumbiendo en esa tristeza y concluyendo que nadie puede ser Dios para hacer o deshacer nuestras vidas, pero sin embargo, sí, demonios.

Y bajo esa tristeza que me dominó y se hizo carne en mí, cual sangraba como lo siguió haciendo meses después y dolorosamente, pensé en esto último en Clara.

Ya que, la herida no sanaba y por más hielo que tiraba a ella.

 Pero y poco más de 6 meses después, todo cambió en esa la laceración vigente por Matilda, volviendo a tener sentido y convirtiéndose en ese bálsamo que tanto necesitaba mi lesión emocional desenredándola, como la jodida esperanza a esa eterna soledad mía.

El Santo 2 ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora