CAPITULO FINAL

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Un mes después

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Un mes después...

MATILDA

- ¿No vas acompañarme?  - Le pregunto por cuarta vez y ya casi lista, solo faltándome y caminando en dirección a mi armario un abrigo.

Sí, el otoño se vino con todo y con ganas de competir al invierno con su frío.

Lo que pronostica a futuro, uno polar.

No nieva, sería ilógico a esta altura de la temporada, pero mi gabán acolchadito ya puesto y subiendo su cierre hasta arriba de un movimiento confirma que no deseo para nada sufrir el viento helado que hay afuera.

Y no por exageración, hasta busco de un cajón mi vieja gorra de lana de siempre, ya que volví nuevamente y semana atrás, a mi adorado corte de pelo estilo masculino por lo cortito.

Solo una hebillita con un muñequito de nieve de adorno y haciendo a un lado mi flequillo me acompaña con su agarre.

La miro desinflada y con ganas de hacer puchero.

- ¿Es en serio? - Insisto, acomodando ya la gorra.

Y me gano la negativa por también, cuarta vez de Glenda tirada a placer en su cama de nuestra habitación que sin mirarme, no deja de teclear lo que sea o quién sea a su celular.

- Lo siento, cariño... - Me dice, sonriendo y no por mí.

Más bien al destino de ese mensaje de texto, Whatsapp o lo que sea, ya que después y al fin atina a mirarme, pero siempre expectante a una respuesta mirando su móvil.

Una mueca juega en sus labios algo contrariada.

Pero, dura poco al sentir que su pantalla se ilumina por la respuesta.

Creo.

- Y ahora te lo confirmo que definitivamente no... - Se pone de pie feliz y chequear su pelo con sus manos, seguido a algo de brillo labial que saca de su carterita que lo cuelga y sin dejar de verificar la ropa que tiene puesta alisándola.

Y me cruzo de brazos, mirándola sospechosamente.

- ¿Qué, te traes? - Le pregunto, haciendo que ría con ganas.

Se acerca acunando mis mejillas con sus manos, para luego y tipo tía que hace mucho no te ve, apretarlas con cariño, haciendo que mi rostro se distorsione y la haga reír más.

- No es que me traigo... - Me responde. - ...la pregunta sería, lo que se trae, amiga. - Y diciendo esto y juro que no es la calefacción de la habitación por el mencionado otoño muy frío, pero el rostro de Glenn se pone colorado.

Lo que no sé, si es sofoco de su risa o por un recuerdo.

- ¿Qué viste? - Sin terminar de comprender.

Y se hace aire por las guantes de lana que se puso.

- No vi nada, Mati... - ¿Eh? - ...es lo que sentí, amiga. - Me dice mirando su mano.

El Santo 2 ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora