Trainer Adam

Capítulo 4.

Crowley odiaba huir, porque los débiles huían y él se consideraba fuerte. Pero simplemente no podía pararse frente a Zira y confesarle su amor: no podía. El hada era un pokémon de tanta inocencia y pureza, que no se animaba a decirle sus sentimientos: ni siquiera notaba sus indirectas, sus vanos intentos por llamar su atención, ¿no significaba eso entonces que no estaba interesado en él? Si lo estuviera, seguramente notaría sus avances.

"Quizás Zira solo me ve como un amigo... si es así, no puedo confesarme. Arruinaría nuestra amistad. Arceus... ¿qué debo hacer?" se preguntó tristemente ante la estatua del dios olvidada en medio del bosque. A ese lugar perdido no llegaban los humanos, solo los pokémon salvajes y de mal genio como él, capaces de aventurarse en busca de la guía divina. Cuan grande fue su sorpresa entonces al ver llegar hasta él a dos fantasmas: Anathema, la Mismagius, y Newton, el Polteageist torpe que había desactivado su propia pokéball y ahora vivía suelto por ahí.

-¿Qué hacen aquí? ¿Me están siguiendo?- preguntó de mal tono haciendo que Newton se metiera dentro de su tetera y se escondiera detrás de Ana. La joven bruja negó su pregunta y exclamó, al parecer preocupada:

-¡Estoy buscando a Aziraphale! Lleva rato de haber entrado al bosque y aún no regresa al campamento... ¿Tú no lo has visto?

-¿Zira está perdido?- repitió la enorme serpiente con temor.

-¡Oh, eso me temo! Es terrible. Este bosque está repleto de pokémon peligrosos y Zira no sabrá luchar sin las órdenes de Adam. No es de naturaleza peleadora. ¿Qué podemos hac...? Oye, Crowley, ¡regresa!- exclamó ella al ver al Seviper salir de allí a todas velocidad, reptando entre los troncos y árboles como si fueran meros hierbajos.

"¡Puffy Zira, tranquilo, yo te salvaré! ¡Espérame!" pensó en tensión mientras usaba su olfato para tratar de captar el rastro de Aziraphale.