Dangerously [Peligrosamente]

Nodus Tollens

Nodus tollens: Darte cuenta que el significado de tu vida no tiene sentido y no sueles comprender nada.

Noche de tormenta.
Ambiente perfecto para la depresión.

La mansión se inundó por oscuridad siniestra por la falta de electricidad, parecía una casa en medio del bosque en las películas de horror.
La incandescencia de los relámpagos iluminaban los pasillos y el estruendo de los truenos lo dejaba aturdido.

El timbre sonó. Ya no podía seguir llorando en medio de la soledad de su casa.

Sollozó por última vez antes de abrir la puerta y secó sus lágrimas; se preguntaba quién podría visitarlo en plena tromba.

La luz de un nuevo relámpago se adentro en la sala al momento de percatarse de esa misteriosa persona; se cubría con una capucha negra y aún no se disponía a darle la cara.

—Ella viene por tí. —mencionó una voz deteriorada, rasposa y varonil. La baja estatura del hombre impidió escucharlo con claridad.

—¿Qué? ¿Quién es usted? —inquirió el joven desesperado. La lluvia mojó su melena y rostro, además le obstaculizaba la vista. 
Aquél extraño retiró la capucha sobre él y lo observó son su mirada fría y temerosa, entonces pudo conocerlo gracias al nacimiento de otra descarga eléctrica del cielo nublado.
Sus orbes esmeralda también fueron iluminados y aún mas notables al abrirlos de la impresión por tener de nuevo a ese anciano frente a él; la última vez que lo vió fue cuando lo salvó de un camión que casi lo arrolla por todo el pavimento. —Usted... Usted es...

—¡Ella te está buscando! —lo interrumpió con una emoción no muy buena. Se le veía asustado, impaciente, suplicando ayuda. Lo curioso es que parece advertirle sobre algún peligro del que escapa, y ahora, también lo busca a él. Pero, ¿por qué esa descripción femenina? “Ella”, ¿qué querrá decir al describir su miedo de esa manera?

—¡¿Q-quién es ella, señor?! ¡No lo entiendo! —trató de auxiliarlo queriendo meterlo a la mansión, pero el viejo se negaba. No necesitaba otra ayuda que no fuera él.

—Toma. —jaló una de sus manos con fuerza y en ésta depositó una pequeña caja de color negro. El Agreste la observó con detenimiento y curiosidad por cada ángulo.
—Destrúyela. ¡Acaba con ella y quítale la joya! No debe continuar con eso. ¡Destrúyela! —no lo dejó hacer preguntas ni pedir explicaciones. El anciano se comportó como un loco hasta marcharse a paso veloz como si tratara de huir de algo y en ningún momento retiró su semblante de pánico, ni siquiera por tener en frente a alguien que alguna vez le salvó la vida.

Esa noche fue la más extraña de todas. Al destino no le bastó verlo hundido en su llanto con ganas de arrancarse la vida, ahora sería el receptor de una nueva pesadilla.