Perfidia (tercera parte)

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¿Entonces? ¿Cedería a entregarle los aretes?
¿Renunciar a su más grande sueño sólo por Adrien?

—No... —escuchó su susurro a la par de oír el crujido de su corazón, incrédulo a que ella no tuviera la capacidad de amarlo tanto como él lo hacía. Los músculos de su cara fémina se tensaron, apretó la quijada, plantó los pies en el suelo después de retroceder a centímetros de él y no deshizo su negligencia. No hayaba la manera de explicarle que no hay explicación. —No te los voy a dar. —agregó con firmeza y la obstinación brillando en su máximo esplendor. Todavía seguía protegiendo el prodigio carmín como si su vida dependiera de ello, y pues literalmente sí depende de ello.
Adrien se limitó a perder la calma, si lo hacía probablemente habría más caos.

—Marinette, por favor, confía en mí. No pienso romper mi promesa, saldremos de ésta. —con lentitud estiró la mano libre para que en ella depositara lo requerido, aún así, ella se negó. No hizo falta que dijera algo para notarlo.
—¡Te entiendo bien, quieres tener a tus padres...

—Tú no sabes lo que quiero... —creyó que lo decía por la inseguridad que no la dejaba en paz, lo cierto es que no.

—Lo sepa o no estoy dispuesto a ayudarte.

—¡Es que no necesito tu ayuda, sólo existe una solución y es ésta! —se aferró. Adrien quedó atento en su rostro y perdido en sus palabras, le costaba trabajo creer lo que estaba escuchando, y es que ya no podía controlar su paciencia con esa actitud tan negativa que no lo dejaba respirar.

Ni modo qué hacer, definitivamente explotó.
—¿Cómo puedes ser tan egoísta? ¡Lo único que quiero es estar a tu lado y lo evitas! ¡Lo evitas como siempre lo haz hecho!

—¡Hay una razón que tu nunca entenderías!

—¡Por amor de Dios, olvídate ya de eso, Marinette! —hizo ademanes de melodrama, y estaba en todo su derecho a pesar de que tuviera la mitad de la culpa por ser tan distraído.
—¡Sólo dame los aretes y acabaremos con ésto!

—¡Ya te dije que no te los voy a dar! —siguió negándose.
No entendía de donde provino su terquedad al querer llevar la contraria a una opinión que no le parecía prudente o de su agrado, con menor razón al quedarse sin paciencia luego de mil intentos para convencerla.
La peor decisión que pudo tomar.

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué sigues con esa mentalidad?!

—¡Porque...

—¡¿Por qué te niegas a estar conmigo?!

—¡Yo nunca...

—¡¿Por qué no puedes dejar de pensar en tí?!

—¡¡Porque voy a morir, Adrien!!

Ocurrió como si el tiempo se hubiese detenido, sus tímpanos amenazaron con explotar luego de escuchar aquello y el gesto de su rostro le hizo notar incredulidad.
Por otro lado, el de cabellos azules por fin realizó un movimiento al oír la inverosímil confesión de Marinette: instantáneamente giró su cabeza en dirección a los dos para prestar atención en su disputa. Fue lo primero que escuchó de su pelea por seguir lamentando la muerte de Tsurugi y ya presenció el ambiente tenso en un abrir y cerrar de ojos.
Asombroso, Adrien por fin estaba enterado de la devastadora noticia.

Sus ojos verdes se clavaron en ella mostrando una especie de shock y pizcas de lástima, si comenzaba a razonar la situación paso por paso en unos minutos lograría encontrar las respuestas que antes carecían sus dudas.
Contempló sus orbes púrpura cristalizados, a punto de quebrar en un mar de lágrimas frente a él. Su desesperanza y temor se reflejaron como el sol en el amanecer.

Dangerously [Peligrosamente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora