Llegaron al oasis cuando estaba anocheciendo. Peeta aparcó frente a unas tiendas de campaña muy bien arregladas y levemente apartadas.
—A esto lo llaman la suite Real. Lo han preparado para nosotros. Es más privado que el resto del alojamiento que hay aquí.
—Desearía que no tuviéramos que detenernos.
—Ni incluso yo puedo estar conduciendo durante días sin parar —dijo él secamente—. Necesitas relajarte y dejar que sea yo quien se preocupe.
—Pero tú no te estás preocupando.
—Una preocupación no es más que un problema que no ha sido solucionado — dijo Peeta, desabrochándole el cinturón de seguridad a Kantiss. Sus ojos reflejaban sarcasmo—. Si veo un problema, lo solucionaré. —¿Y si no ves el problema antes de que ya lo tengas encima? —dijo ella, sintiendo cómo le daba un vuelco el corazón.
—Entonces la reacción deberá ser mucho más rápida. Kantiss apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y cerró los ojos. A pesar de que había logrado dormir mucho, se sentía física y psíquicamente agotada.
—Estoy tan cansada.
—Esperemos que esta noche duermas mejor. —Sí —dijo ella, abriendo los ojos y mirándolo—. Gracias. Sé que dije que no quería un guardaespaldas, pero jamás podría haber hecho este viaje sin ti. Ahora lo veo claro.
—Tú eres mi responsabilidad. En otras palabras; Peeta simplemente estaba haciendo el trabajo por el que se le pagaba y no quería que ella lo olvidara. Irracionalmente decepcionada ante la reacción de él, se bajó del vehículo y lo siguió hasta la tienda de campaña.
—Bueno, me da envidia tu resistencia. No creo que tenga energía para comer. Me voy a ir directamente a la cama y...
—Katniss dejó de hablar. Emitió un grito ahogado al ver la cama que había dentro de la tienda—. ¡Dios mío! Es como algo sacado de una fantasía árabe.
—Así es —concedió Peeta, abriendo una botella de agua y ofreciéndosela—. A los turistas les gusta. Creo que es la suite «Luna de miel». Ella se quedó mirando la enorme cama sobre la que había cojines de terciopelo y seda. Era claramente un lugar para amantes. —¿No nos iremos a quedar aquí los dos juntos? —Nadie te va a buscar en la suite «Luna de miel». Todavía no estás casada. Kantiss lo miró y se percató de la tensión que reflejaban sus hombros.
Pensó que era ridículo sentir aquella atracción sexual por un hombre cuando se iba a casar con otro. Tenía que dejar de pensar en Peeta de esa manera...
—Deberíamos comer —dijo él con dureza, dándose la vuelta. Kantiss se preguntó si él no se habría dado cuenta de sus sentimientos.
—No tengo hambre.
—Siéntate, Kantiss —ordenó él. Parecía cansado—. Tienes que comer. Todavía nos quedan casi dos días de viaje y hoy no has comido casi nada.
—Está bien, pero comeré poco. Ella no había visto que él hablara con alguien, pero aun así, momentos después, varios miembros del personal del complejo entraron en la tienda de campaña con una selección de platos. Una vez estuvieron de nuevo solos, Kantiss se arrodilló en la alfombra.
—Así que este lugar es en realidad un hotel, ¿no es así? —Zangrar se ha convertido en un destino turístico muy popular —dijo Peeta, sirviendo comida para ella en un plato—. Estos campamentos en el desierto atraen la naturaleza romántica de los turistas. Aquí pueden bañarse, conducir por las dunas, montar en camello y pasar la noche en el desierto bajo las estrellas.
—¿Fue el turismo idea del sultán? —Él ha dirigido la mayor parte del desarrollo comercial, sí. Es importante estar precavidos para el momento en el que nuestros recursos naturales se agoten.
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Una Princesa Rebelde (Everlark)
RomanceÉl deseaba una esposa inocente... Peeta, sultán de Zangrar, estaba seguro de que su esposa sería una mujer obediente y amable... pero se encontró con una joven desafiante que llevaba fuego en los ojos. Desde luego, tampoco sería virgen, pues era u...