Décima Parte.

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Narra Elyas.

- Eres tú... Tú me gustas bastante... - solté sin más, mirándolo a los ojos. Samuel se quedo callado, con los labios entre abiertos y la mirada perdida.

No creía que había llegado a este punto. Me sentía totalmente nervioso, pero a la vez estaba muy emocionado.

Todo se lo debía a Elisabeth. Desde que entré en su apartamento, ella supo de por quién era mi estado de ánimo.

*Unas horas antes*
- ¿Me vas a decir qué pasa? - acaba de despertarme y Elisabeth me atacaba con preguntas.

- Es muy temprano, dejame un momento de paz... - suspiré y tome un trozo de pan.

- Es por Samuel, ¿cierto? - me tensé y la ignoré - Elyas... ¡Elyas! - conecté mi mirada con la suya.

- Sí... - susurré lo más bajo posible mientras agachaba mi cabeza.

- ¡Ay, Elyas! - suspiró un tanto agobiada - ya no sé qué decirte... Más de una vez hemos tenido conversaciones que tratan de él. Conoce nuevas personas -

- Yo no... No quiero conocer personas nuevas, lo quiero a él... -

- ¿Entonces por qué te acobardas y no le dices la verdad? - puso su mano encima de la mía.

- Me costo bastante decirle que soy gay, ¿tú crees que seré capaz de decirle que me gusta? - retire lentamente mi mano de la suya.

- Sí, Elyas, sí eres capaz. Pero tienes miedo y tienes que quitártelo -

- No soy lo que él quiere de chico. Me contó que ya ha estado con varios chicos, ¿y si no soy suficiente para él? - los ojos se me llenaron de lágrimas.

- Lo eres, Elyas, entiendelo. ¿O qué? ¿Dejaras que él se entere mágicamente de que lo quieres? - negué con la cabeza.

- Me da miedo, Eli. No quiero perder su amistad... -

- Nadie te dice que la perderás. Arriésgate, Elyas - me sonrió cálidamente y posó su mano en mi hombro.

Asentí mientras sonreía por debajo. Y entonces me vino una valentía de no sé dónde. Me levanté y me fui de ahí, casi corriendo.

Llegué a aquel hotel y entré en la habitación de la persona que tenía mis pensamientos en las nubes.

Lo solté. Se lo dije. Le dije que lo quería. Que me gustaba. Y ahora nos encontrábamos en silencio. Sin nada que decir.

Quería hablar, pero no podía. Algo en mi interior me decía que dejara que las cosas pasasen. Que sería lo mejor.

Me cansé de ese largo silencio. De ese incómodo momento. Suponía que era algo que no se daría entre él y yo. Me levanté de su cama y caminé a la puerta.

Algo me impidió seguir. Sostenía mi muñeca con una mirada muy tierna. Yo no sabía qué hacer.

Tiró de mí, quedando a centímetros de su rostro. Su mirada me traía paz y su perfume, por favor su perfume, me derretía por dentro.

Y me besó. Me besó de la manera más tierna que podría existir. Me besó como si fuera lo último que podría hacer en el mundo. Y yo... Yo correspondí al instante, sintiendo que mis piernas dejaría de sostenerme en cualquier momento.

Nos separamos y él juntó su frente con la mía.

- Tú también me gustas - sentí mi corazón estallar. Latía a mil por hora. No podía creer lo que estaba pasando.

Lo volví a besar. Sentía sus labios sonreír entre el beso. Y yo también sonreía. Él me tomó por la cintura y yo puse mis piernas alrededor de la suya.

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Un Planeta Llamado Nosotros - ElygettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora