Nathalie y Matthew

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Nathalie Sancoeur era una persona ejemplar e incorregible. La mejor opción de asistente ejecutiva, y afortunadamente, trabajaba para Gabriel Agreste, el diseñador más famoso de Francia, y de los mejores en el mundo.

Pero al igual que todas las personas, tienen un pasado oscuro, nadie es perfecto. Nathalie estuvo casada apenas entrando a la adultez, y de ese matrimonio nació un lindo niño: Matthew. Nathalie lo tuvo a los 20 años, demasiado pronto para el plan de vida que esta tenía, pero se le escapó de las manos. Tuvo que pausar momentáneamente sus estudios para dar a luz, pero gracias a su alto intelecto, logró aún así graduarse con honores, uno que otro curso, y lengua foránea se añadían a su extenso currículum.

Su matrimonio duró 4 años, estaba harta de su marido, era un incompetente e inmaduro. Esta fue una tonta en su adolescencia por dejarse llevar por las apariencias. Clark Labelle era un vividor, un holgazán que simplemente se aprovechan del dinero de Nathalie, ella básicamente lo mantenía. Era como tener un segundo niño en casa.

Pero Sancoeur se hartó después de 4 años viviendo infeliz, y firmó el divorcio, quedándose con la custodia total de Matthew.
Y ahí se encontraba una joven azabache con un niño de dos años buscando un trabajo estable para mantener al pequeñín.

Una mañana, a Nathalie le había llegado un correo por parte de una antigua amiga suya de la universidad. Le había mandado un anuncio de que un diseñador estaba empezando a ser grande en el mundo de la moda, y necesitaba a una asistente ejecutiva para organizar su trabajo, juntas y demás.
Los ojos azules de Nathalie dieron un brillo especial y corrió hacia aquella mansión para llevar su currículum, dejando a su hijo encargado con la vecina.

Y después de largas horas, una Nathalie feliz salía de la enorme mansión Agreste. Había conseguido el trabajo. Y debido a que era un trabajo muy complicado y largo, Nathalie se vería obligada a mudarse junto con su hijo a aquella mansión.
Afortunadamente el diseñador, Gabriel Agreste, de apenas 26 años en ese entonces, tenía un hijo de la misma edad que Matthew, este se llamaba Adrien.
La esposa del diseñador, Emilie Agreste, vio esto como una oportunidad, para que Adrien no se sienta solo y pueda tener a su primer amigo.
Y así fue...

Los años fueron pasando, y Adrien y Matthew eran los mejores amigos, quien los viera juntos pensarían que son hermanos, a pesar de que físicamente no eran muy parecidos. Adrien era rubio, piel bronceada y mirada esmeralda. Matthew era la copia de Nathalie pero con facciones más masculinas, y a diferecia de su madre, no usaba anteojos ni tenía mechones teñidos.

Ambos chicos fueron educados de la misma manera, ambos fueron educados en casa, con Nathalie como su tutora, ambos practicaban esgrima, Adrien practicaba chino, Matthew ruso. El rubio tocaba el piano, el pelinegro el violín. A pesar de que ambos eran muy inteligentes, el chico azabache heredó la inteligencia de su madre. Desde muy pequeño era muy hábil para usar la computadora y para la redacción.

El chico había atrapado muchas veces a su madre trabajando hasta horas muy tardes, esta a veces quedándose dormida en su escritorio. Su hijo a veces acabaría su trabajo pendiente en secreto para que su madre pudiera descansar en paz.

Pasaron muchos años, ahora ambos chicos tenían 16 años. Misteriosamente, un año atrás, la señora Agreste había "desaparecido". Esto brindó oscuridad y melancolía por toda la casa Agreste. Gabriel dejó de ser el mismo desde esa vez.
Nathalie se sentía destrozada, había formado una linda amistad con la rubia, y el pensar que ya no estaría con ellos le dolía. Esta y Gabriel sabían lo que le pasó realmente...

Adrien y Matthew no lo entendían. Emilie en sus últimos días en la mansión la había pasado demasiado enferma y débil. Fue muy extraño que desapareciera de la noche a la mañana.
El joven rubio sufrió demasiado los primeros meses, pero gracias a Matthew logró recuperarse poco a poco. Lo mismo querían para Gabriel, pero entre más tiempo pasaba, más oscuro y frío se convertía. Había veces que ni siquiera veía a su hijo en todo el día, ni siquiera le dirigía la palabra, pasaba horas encerrado en su estudio, dejando a cargo a Nathalie de que no lo molestaran ni los chicos, ni nadie, incluso ella.

Después de numerosos intentos, los chicos convencieron a sus padres de que los dejaran ingresar a la escuela. Estos asistirían al Colegio Francois Dupont, siempre siendo acompañados por Gorilla, el guardaespaldas. Quién imaginaría que sus vidas darían un giro inesperado en ese colegio...

Nathalie se encontraba fuera del colegio para recibir a los chicos. Estos bajaban contentos las escaleras, corriendo hacia la azabache. Esta les abrió la puerta del auto para que ingresaran.
"¡Hola Nathalie!" saludó Adrien moviendo de lado a lado su mano, luego ingresó al auto.

"Hola mamá, te extrañé hoy..." dijo Matthew abrazando a su madre. Esta le devolvió el abrazo, aprovechando que su jefe no estaba cerca. Nathalie siempre tenía que mostrarse sería y formal estando cerca de Gabriel, no quería causar una mala impresión, y de ahí el por qué la mujer siempre ocultaba sus sentimientos. Ella pensaba que se veía débil si se mostraba vulnerable.
Ya una vez acabando su jornada laboral, o cuando no estaba cerca el Señor Agreste, se convertía en otra persona, totalmente diferente. Era tierna, amable, hasta graciosa, todo lo que puedas pedir en una mujer. Y sólo Matthew y Adrien conocían ese lado de ella. En especial su hijo.

Los cuatro se encontraban ya dentro del auto, Gorilla arrancó para volver a la mansión. Nathalie iba en el asiento del copiloto, miró a los chicos por el espejo y decidió romper ese silencio incómodo.

"¿Y qué tal la escuela?" preguntó algo nerviosa.
Su hijo fue el que decidió responder emocionado.

"Oh, mamá, ¡si supieras!, ¡nos encantó! Las clases, las instalaciones, ¡hasta la comida sabe bien!"

"Matt tiene razón, Nathalie. Ambos entramos al club de esgrima, espero no te molestes por eso..." comentó Adrien algo nervioso.

Nathalie sacó su tablet y empezó a revisar las agendas de ambos.
"Claro que no, sólo que necesito saber los horarios para acomodar su agenda..." dijo la mujer mientras movía su dedo de esquina a esquina de su aparato, haciendo cambios y movimientos.

Una sonrisa ladina apareció por el pelinegro y abrió su boca.
"¿Sabes, mamá? Adrien y yo hicimos algunos amigos. Toda nuestra clase es muy simpática. En especial esa chica de coletas, a la cual vi que Adrien estaba coqueteando. ¿Marinette es su nombre, no?"

En eso tanto el joven Agreste como su madre lo miraron con sorpresa. Esta luego desvió su mirada al rubio.
"¡Adrien! Apenas es tu primer día y ¿ya andas de coqueto? Yo no te eduqué así" regañaba la azabache al rubio.

"¡No! Debiste confundirte, Matt. Marinette es sólo una amiga... Además, ¿qué tu no estabas platicando mucho con Chloe en clase de la señora Mendeleiev?"
Adrien le había regresado la jugada.

Ahora la mirada punzante de Nathalie procedió a su hijo. Este estaba rojo como un tomate.
"Sabes que a Chloe la conocemos desde pequeños. Fue la primera a la que decidí acercarme, eso es todo. ¡Lo juro! Ya después me junté con Kim y los demás chicos..."

Nathalie levantó una ceja y bufo, regresando su mirada hacia adelante.
"Si me entero que uno de ustedes tiene novia, les irá muy mal. Son muy jóvenes aún. Adrien, sabes cómo tu padre reaccionaría a esto..."

Adrien bajó la cabeza avergonzado. Conocía perfectamente a la nueva versión de su padre. Podría ser capaz de sacarlo de la escuela o gritarle en la cara diciéndole que cualquier chica puede ser mala influencia en su vida, por más buena persona que sea.

"Y en cuanto a ti, Matt... Sabes cómo te las verás conmigo..."
A Matthew se le pusieron los pelos de punta. Bendito sea el que nunca haya visto a esa mujer enojada, o quien nunca haya conocido sus castigos. Él jura que su madre puede llegar a dar hasta más miedo que el propio Gabriel, si se lo propone...

"Claro, mamá..."

"Bien. Cuando lleguemos tendrán 20 minutos para comer, luego practicarán piano y violín por una hora y lo que reste del día se encargarán de sus tareas escolares."

"Entendido..." dijeron ambos chicos en unísono, algo tristes.

Uniendo a Nuestros Padres [GABENATH] [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora