Deteniéndose frente a la casa que contenía la escena del crimen, el Detective Gabriel Gallicchio divisó de inmediato a su compañero policía, el Detective Julian Cerati. Manteniendo la mitad de su atención en el musculoso hombre de cabello rubio oscurecido mientras se estacionaba, Gabriel vio cuando Julian cruzó los brazos encima de su pecho y le sonrió burlón. Abrió la puerta de un empujón y se deslizó fuera del deportivo.
—Callate. —Espetó, caminando hacia donde el hombre permanecía de pie.
Julian levantó ambas manos frente a él, las palmas hacia afuera imitando la señal universal de hey, todo bien, amigo. Y agregándole a aquello, exclamó.
—Yo no dije nada.
—No tenías que decir nada. —Replicó Gabriel, metiendo primero un brazo, luego el otro en su chaqueta.
Se envolvió con la casaca ligera, agradecido por la barrera contra el frío, ya que su camisa de manga larga no hacía nada por mantener el frío fuera
—Tu mirada dice todo. —Gruñó Gabriel.
Subió el cierre de su chaqueta hasta la mitad mientras levantaba una de sus cejas e inclinaba su cabeza hacia el auto. Girando hacia el vehículo, Julian resopló. Les costó unos cuantos pasos llegar hasta él.
—Vamos. Tenes este Stingray del setenta y ocho por cuatro años y nunca lo habías traído contigo a una escena del crimen. —Levantó la vista al cielo—. Y está amenazando lluvia.
Gabriel siguió la mirada de su compañero hacia arriba e hizo una mueca a las nubes grises que se agrupaban. Entonces, regresó su atención a su clásico de color verde oscuro y se preguntó cuánta mierda le darían sus compañeros del departamento de policía si quitaba la tapa del maletero y cubría su vehículo.
Ah, mierda. Que se jodan.
—Anoche estaba hermoso, aunque frío, y no creí tener muchas oportunidades para presumir antes que nevara. —Le dijo Gabriel. Abrió el maletero y sacó la cubierta para la lluvia—. Ayudame con esto.
Julian permaneció quieto un segundo, su mirada viajando primero hacia el auto, luego a Gabriel y entonces sus ojos se agrandaron.
—Ay, mierda. ¿Estabas todavía en su cama? — preguntó, finalmente mientras tomaba un lado de la cubierta.
—Sip —respondió Gabriel, extendiendo la tela. Juntos, la extendieron sobre el vehículo y doblaron alrededor del auto—. Y dejame decirte —gruñó—. Es un hecho que no le gusta ser despertada en el amanecer de un domingo.
—Hmm. —Murmuró Julian—. La idea de estar con un detective siempre parece mejor para la mayoría de la gente que la misma realidad.
Al terminar de envolver su Stingray, Gabriel soltó una carcajada.
—¿De verdad? ¿Estar con? Es conmigo con el que estás hablando. — Caminó hacia su amigo y palmeó el hombro del otro detective—. No con Jake. —Su sonrisa se amplió mientras la mirada de Julian se entrecerraba—. Mi cita fue muy complaciente al dejarme entrar en sus bragas. La cogida fue muy agradable. Había planeado un gran sexo matutino antes de perder su número. —Gabriel sonrió mientras se encogía de hombros—. Me interrumpieron y ahora no tengo que llegar con alguna excusa para no verla de nuevo.
Julian hizo una mueca.
—Sí, te agradeceria que no hables así alrededor de mis hijos.
Gabriel rio entre dientes.
Deslizó la mano que todavía tenía sobre el hombro de Julian alrededor de la espalda del hombre más alto hasta envolverle con su brazo.
—Tenes buenos hijos, Juli. Nunca les voy a hablar de la sucia boca que tenes. —Acabó sus palabras con un guiño, luego empujó al hombre.