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La respiración de Renato se enganchó. Su canal se expandió para acomodar la enorme polla de Gabriel, provocando que una quemadura ardiente irradiara a través de su trasero. Deleitándose en la sensación, después de haber pasado tanto tiempo sin ese hormigueo, Renato gimió y se apretó alrededor del invasivo miembro de Gabriel.

—Por la jodida y santa mierda —murmuró Gabriel, sus labios cosquilleando en la nuca de Renato donde apretaba su rostro—. Sí, bebé.

Aunque Renato sabía que aquel término cariñoso no significaba nada, su corazón seguía sintiéndose como si galopara en su pecho. Luego se recordó que este era simplemente el caso de un tipo hétero obsesionado con sus labios y su culo y que no había nada más que dos hombres rascándose una comezón. Maldición, lo único que estaba haciendo era terminar con la curiosidad de Gabriel.

Era todo.

Con aquel pensamiento firme en su mente, Renato prometió disfrutar la jodida por todo lo que durara... y se aseguraría que Gabriel lo hiciera también. Arqueó su espalda, presionando su culo más firme contra el miembro de su amante mientras contraía y relajaba rítmicamente los músculos de su canal. Gabriel gimió y estremeció encima de él. Su mano izquierda la apoyó en el colchón y su derecha la dejó sobre el estómago de Renato. Utilizando una fuerza que impresionó a Renato, los levantó a ambos sobre sus manos y rodillas, pegando la espalda de Renato a su pecho.

—Quedate acá. —Ordenó Gabriel, bruscamente—. No te muevas.

El cuerpo de Renato tembló ante la orden y luchó por obedecerla, especialmente cuando Gabriel se mantuvo en esa posición por unos segundos, con las yemas de sus dedos anular y meñique masajeando la base de su pene. Muy despacio, Gabriel comenzó a moverse. Liberó casi toda su polla del canal de Renato, deteniéndose cuando su ancha corona llegó a los bordes de la apertura del hombre. Después de mantener su pene allí por un instante, Gabriel se condujo nuevamente a lo profundo del interior de Renato.

—Oh, mierda, sí. —Renato no pudo evitar susurrar.

La fuerza de los embistes de Gabriel combinado con la profundidad que alcanzaba su erección, envió un dolor ardiente por su recto. Cuando Gabriel volvió a retirarse y repitió el movimiento anterior, ajustó su ángulo lo suficiente para deslizar su pija por encima de la glándula de Renato. Chispas estallaron por el cuerpo de Renato. Su miembro se sacudió y tembló entre sus piernas, golpeando contra la parte posterior de la mano de Gabriel, ya que sus dedos seguían masajeando alrededor de la base de su pene.

—Jodidamente bueno. —Gruñó Gabriel en su oreja—. Decime que esto te gusta. Decime que te gusta mi pene en tu culo.

Renato se dio cuenta que, aunque Gabriel podía joder como un dios, a pesar de nunca haber estado con un hombre, todavía necesitaba alguna seguridad. Y Renato podía hacerlo. Permanecer en silencio nunca había estado en su naturaleza de todas formas. Contener su lengua había sido un esfuerzo a consciencia, que se llevaba parte del disfrute. Abriendo su boca, Renato balbuceó:

— Oh, mierda, sí, Héroe. Dame tu polla. Meteme tu gigante pene. Usa tu arma en mi culo. Puedo soportarlo. Mi culo está hambriento porque lo cojas.

Mientras Renato hablaba, ignoró la orden de permanecer quieto que Gabriel le había dado. Bajó su pecho hasta el colchón y arqueó su espalda, alejándola del pecho de Gabriel. Moviéndose a contracorriente, encontró a su amante en cada movimiento. Gabriel deslizó sus manos, agarrando fuertemente las caderas de Renato. Gruñó mientras aceleraba el ritmo. Por el rabillo de su ojo, Renato vio a Gabriel mirar hacia abajo, obviamente contemplando su miembro entrando en él. Una sonrisa feroz dividió sus labios mientras el miembro y los muslos del hombre se golpeaban contra las mejillas de Renato. Gabriel gruñía y su agarre aumentaba al tiempo que se molía en Renato una y otra vez.

LLÉVAME #3Where stories live. Discover now