Capítulo 7

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Cuando llegaron a las puertas del Orión todo estaba demasiado tranquilo, ni siquiera Claudio se encontraba en su puesto para recibir a los clientes. Joel golpeó la puerta cerrada y desde adentro preguntaron:

—¿Quién es?

—Moore —respondió Joel.

La puerta se abrió y Claudio los dejó entrar, el salón estaba en silencio, pero las luces estaban encendidas, casi al fondo en su mesa se encontraban sus tres amigos.

—¿Qué está sucediendo? —interrogó.

—Cabiezel intentó escapar con tu dinero, llevándose las escrituras por supuesto —respondió Gastón.

—Vinimos a hacer la compra como nos pediste y se quisieron pasar de listos. A sus secuaces los encarcelaron los agentes de Navarro —explicó Ángel.

Joel les había encargado que después de negociar con Cabiezel hiciesen la entrega y recibiesen las escrituras correspondientes. Para cuando llegase al club con Brendan quería darle la sorpresa de que ya estaba en sus manos. Al parecer Jeremías Cabiezel tenía otros planes que por suerte sus amigos lograron desbaratar.

—¿Dónde lo dejaron y en qué condiciones?

—Ésta en el sótano y no le hicimos nada, solo está atado a una silla. Te esperábamos a ti.

—Gastón y Brendan, vengan conmigo para que todo sea legal.

Gastón lo siguió gustoso pues hacía años que el FBI lo había puesto tras la pista de Cabiezel y fue una alegría haberse hecho en esta misión de un amigo como Joel Moore. Entre ambos lograron reunir una gran cantidad de pruebas contra el millonario, aunque no lo mandarían a la cárcel pues tenía comprada media ciudad. Por lo menos lo sacaría fuera del país. Y ellos podrían continuar con sus vidas, tranquilos.

El sótano estaba bien iluminado, en el centro, como un regalo Cabiezel atado en una silla como le había explicado Ángel. Al escucharlos levantó su cabeza sorprendiéndose de hallarlo enfrente.

—¿Con que estabas apurado por marcharte?

—Moore... estás consiente que me las pagarás, ¿verdad?

—No creo que estés en condiciones de amenazar a nadie. Desátale la mano derecha, Gastón... el señor tiene que firmar unos papeles.

Joel giró hacia un silencioso Brendan que miraba la escena sin intervenir y preguntó:

—¿Es legal si firma en estos momentos?

—¿Tienes un precontrato? —preguntó el abogado.

—Por supuesto. Por eso se le envió el dinero de la venta. Hasta que no se cumpliera con esa formalidad la escritura no quedaría lista.

—Entonces es legal. Pero... señor Cabiezel... ¿está seguro de que quiere vender este Club? —le preguntó— si en este segundo se niega ante estos testigos —señaló a todos los presentes— la venta quedará anulada.

Cabiezel sonrió de manera extraña. Joel no podía salir de su asombro. Conocía el apego de Brendan por la ley, habría sido muy estúpido si no consideraba su opinión experta. Cabiezel diría no. Estaba seguro. Al menos lo había intentado. El maldito mafioso se tomó su tiempo, pero la respuesta lo sorprendió, como a todos los presentes.

—Muy bien señor sabelotodo... te dejo ganar por esta vez, pero no olvides; me debes una —sentenció Cabiezel.

La sonrisa de Cabiezel mandó una corriente fría por la columna de Joel, miró hacia Brendan y cabeceó afirmativamente. Brendan se puso en movimiento, desplegó los papeles y los puso delante de Cabiezel, éste los firmó, pero sin dejar de observarlo con atención. Una vez terminado, Moore le dio a Gastón todo el poder para actuar según la ley.

Piensa en mí... pensaré en ti © *COMPLETA*Where stories live. Discover now