Epílogo

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Ese día era muy especial para todos en el Club Orión, sus dueños se casaban y el lugar era un caos con los preparativos para esa noche, donde daría lugar un gran baile. La ceremonia se realizaría en la estancia de las afueras de la ciudad. Patricia se había encargado de todo y estaba tan feliz como los propios novios. Armó una pérgola en el maravilloso parque que lucía espectacular adornado con flores y cintas de colores. Dos cordones y una alfombra roja marcaban el lugar por donde entrarían los novios. A los costados las sillas de los invitados y a lo lejos la carpa donde se serviría el lunch y el champán para el brindis.

Los novios lucían encantadores, Joel, el rubio, de traje negro impecable mientras que el moreno Brendan, traje blanco de corte italiano precioso. Se juraron amor eterno frente al altar al igual que tantas veces lo habían hecho en la intimidad. La diferencia en ese momento era que lo hacían frente a sus familiares, amigo y mucha gente querida. Luego de la emotiva ceremonia todos se dirigieron a las mesas preparadas para efectuar el primer brindis del día que estaría seguido por un sinfín de veces más.

Cuando lograron estar unos minutos a solas seguían con su discusión de la noche anterior de cómo tenía que ser el pretendiente que le buscarían a Patricia. Pero no se ponían de acuerdo por lo que decidieron que Brendan invitaría a los que él creía convenientes y Joel haría lo mismo con los suyos. Aunque el rubio insistía que el pretendiente perfecto para su amiga debería ser sordo. Según él, sería la única manera que el tipo en cuestión lograría aguantarla. Ambos habían aprendido a quererla y a entenderla desde otro punto de vista.

Más lejos de donde se encontraban los novios, estaba sentado en su mesa Ángel que no había podido despegar los ojos del niño bonito. El doctor Daniel Ordoñez estaba vestido con un traje negro, una camisa de seda también negra por fuera de los pantalones. De cabellos color miel muy ondeado casi hasta rozarle los hombros, era bastante alto, aunque no tanto como Ángel.

—¡Cómo estás hoy! no has podido dejar de mirar al buen doctor —dijo Gastón que estaba sentado a su lado.

—No digas tonterías jamás me gustaron los niños bonitos.

—Creo que esta vez te atraparon mi amigo...

—No sabes lo que estás diciendo —respondió con el ceño fruncido y dando por terminada la conversación.

Pero sin dejar de mirar a Ordoñez, éste se dio cuenta y a su vez lo observó con ojo crítico. Era muy alto, eso lo había comprobado hacía unos meses en ese mismo lugar en el que estaban. Musculoso y bien formado gracias a los ejercicios que practicaba todas las mañanas. Él lo observaba desde su cuarto cuando compartieron la casa, más de una vez había logrado calentarlo como hacía ya muchos años nadie lo hacía. Pero lo que más llamó su atención fueron sus ojos, que no se podrían definir como celestes sino más bien cristalinos.

Y allí se quedaron ambos mirándose sin atreverse ninguno de los dos a dar el primer paso ni a aceptar lo que les estaba pasando. Ángel no se sentía cómodo, pues no era la clase de tipos con los que acostumbraba a interactuar. Daniel por su parte, no había decidido todavía desprenderse de sus recuerdos, no podía.

—¿Qué resultados te dio la pesquisa sobre tu muchacho? —preguntó Jorge a Gastón.

—Muchos resultados amigo, y creo que podré usarlos todos a mi favor.

—Cuéntame.

—Solo te diré que se llama Max... Máximo, que es excelente para mí. Lo que busqué toda mi vida y que lo voy a tener que sacar de una buena si no quiero perderlo. Y después voy a tener que convencerlo que soy su mejor opción —rio a carcajadas—. Sí, mi amigo soy su mejor opción —confió Gastón sin aclarar nada.

Desde lejos Brendan y Joel observaban a todos satisfechos de que por lo menos un par de parejitas pudiesen estar gestándose en su fiesta. Eso los llenaba de orgullo, desde que estaban juntos lo único que querían era que su gente querida encontrase el amor al igual que ellos. Aunque lo de Ángel y Gastón parecía estar encaminado, todavía les quedaba Patricia y Jorge que parecían ser los más difíciles.

Tenían toda una vida por delante para unir muchas personas bajo el influjo del amor. Y así lo harían mientras proyectaban su vida familiar y sus futuros hijos, hijos del amor.

FIN

Piensa en mí... pensaré en ti © *COMPLETA*Where stories live. Discover now