10. Pistas

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–Voy a entrar, ¿está bien?

–¿Por qué vas a entrar?

–Puedo ayudarte con eso del cuello.

–No... S-Si no funciona, ellos sabrán donde estoy.

–Peter... Estás a salvo, te lo prometo —el pequeño niño no estaba convencido, pero el silencio le dio a Tony el libre acceso y confianza suficiente como para entrar.

Tony observó al niño encogido en una esquina y no pudo sentir más que lástima. Su cuerpo delgado acurrucado y sentado en una parte de la cama, lo miraba atento y desconfiado, temeroso.

No creería que aquel tierno chico pudiera asesinar si no le hubieran enseñado los vídeos.

El Stark sacó de su bolsillo un pequeño pack de herramientas que él mismo había diseñado para ocasiones de emergencia. Meter de inmediato se tensó pensando que era un arma, y Tony lo notó.

Dejó la herramienta encima de la cama y Peter lo tomó en un rápido movimiento.

–Me ayudará a sacarte eso ¿Puedo? —El chico lo miró de nuevo largamente y le entregó de nuevo la herramienta—. Si sientes alguna molestia, sólo dime.

El menor asintió y Tony empezó a analizar aquel collar, sus lentes puestos y conectado a Viernes para que le ayudase.

Logró encontrar la raíz del rastreador desactivado, y cortó toda posible conexión como primer paso.

El segundo era más preocupante. El collar estaba adherido a su vértebra del cuello, causando una reacción en cadena a toda su espina dorsal.

–¿Dolerá? —Peter apretó sus manos en su propia ropa. No quería sentir más dolor, le aterraba.

–Prometo ser cuidadoso, ¿si? —Parker asintió.

Tony movía sus manos cual cirujano, con suavidad, lento y seguro, muy preciso para no dañar más a aquel chico perdido.

Se escuchó un click, y con eso una liberación a los huesos de su espalda y una gran calma para su alma.

La herida del cuello empezó a sangrar, y Tony no se molestó en manchar su propio traje para intentar pararlo y terminar de separar aquel collar controlador.

–¿Estás bien? —preguntó el Stark de inmediato cuando notó la completa quietud del contrario.

Peter tocó su cuello libre. La piel de esa zona levemente más pálida y corroída con una cicatriz. La herida del reverso de su cuello empezó a sanar de inmediato.

Tocó su cuello, por debajo de la quijada, se sintió extraño tocar aquella piel, pero muy feliz.

Volteó a ver a Tony.

Sonrió amplio. Esa sonrisa sólo las podía ver Leyna o Bucky. Una sonrisa llena de inocencia, alegría, niñez. Una vivacidad increíblemente natural y que estuvo encerrada por tanto tiempo.

El chico sintió sus ojos húmedos.

–Muchas gracias... M-Muchas gracias. Muchísimas gracias —el chico abrazó a un incómodo, extrañado y tenso Tony—. Se lo agradezco mucho.

–No hay de qué —exclamó acariciando su espalda suavemente.

Las alarmas sonaron, y Peter se separó sintiéndose ansioso e incluso traicionado.

–No es por ti. ¿Viernes?

El prisionero soldado del invierno ha escapado.

–Quédate aquí.

ᏞᎾsᏆ ᏟhᎥᏞᎠDonde viven las historias. Descúbrelo ahora