Capítulo 2

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Midas, la ciudad del pecado, era como una tirana que despreciaba el silente y tranquilo paso de las horas de media noche.

O quizás era como una diabla más malvada que cualquier otra soberana manipuladora. O como la personificación de un paraíso terrenal que levantaba las faldas de su brillante kimono para seducir las almas, mientras una lasciva risa se derramaba de las comisuras de su boca.

La putrefacta voluntad, corazón e intelecto de Midas se reunían en piletas estancadas y reinaban sin cuestionamientos sobre una oscuridad que no cedía ante nadie.

Por todo lo anterior, Midas era apodada el Distrito del placer. La infame ciudad era un satélite urbano de la metrópolis central de Tanagura, que estaba gobernada por Lambda 3000, la gigantesca supercomputadora conocida como "Júpiter". Sus recintos virtualizados estaban dotados de todo tipo de entretenimientos que complacían y respondían a los deseos y necesidades de los seres mortales. Podían encontrarse casinos, bares, burdeles y todo lo que la industria del entretenimiento tuviera por ofrecer.

En Midas, la moral y los tabúes no existían. Solo la noche llena de salaces, suspicaces y superficiales delicias. Allí, las horas se consumían hasta el amanecer entre las luces y el bullicio.

Pero detrás de esa deslumbrante apariencia exterior, se escondía una cara más repulsiva: la grotesca faceta de Midas que proporcionaba un interminable banquete de placeres, donde los más bajos instintos, expresados sin restricción alguna, y el deseo humano, eran dejados al descubierto.

La desinhibida promiscuidad y las seductoras luces atravesaban la oscuridad, y a los pies de aquellas enormes trampas de tentación para las ratas, el gentío se regocijaba entre las lentas y cálidas brisas. El meloso aire de Midas enredándose en torno a las lánguidas extremidades de los hombres, no era más que un afrodisíaco que nublaba la razón y corrompía tanto la mente como el corazón.

Sin embargo, aquellas embriagadoras sensaciones se desvanecían al atravesar los anillos concéntricos que constituían el centro de Midas: Área 1 (Lhassa) y Área 2 (Flare). Durante el tiempo que le tomaba al frío aire nocturno disiparlas, el paisaje urbano cambiaba por completo.

Las afueras de Midas. La autónoma y especial Área 9. Ceres. La repudiada "Entrepierna de Midas". Los barrios bajos. Hasta los propietarios del Distrito del Placer fruncían el ceño en señal de disgusto y nunca la tomaban en cuenta.

No había murallas separando Ceres de las áreas adyacentes, ni láseres de seguridad que impidieran el paso a los intrusos. Sin embargo, las distancias separando aquí de allá revelaban el abrupto cambio en el escenario, obvio para cualquiera que no estuviera ciego.

No se veía el menor rastro de presencia humana en las derruidas y sucias calles. Ni qué decir de la marea de llamativos neones salpicando las noches de Midas, que era como un mundo aparte, iluminando con un sucio resplandor café las viejas paredes de los edificios.

Su extraña y libertina apariencia mostraba que el indiferente paso del tiempo se había reflejado de repente, deformando el pasado y el futuro en una dirección inesperada.

Tal como lo hacía el entusiasmo inagotable que emergía del Distrito del Placer. Tal como lo hacían las coquetas voces imbuidas de lisonja que se esparcían por el viento. Nadie llegaba hasta esa tierra baldía excepto los extraviados que cedieran ante la confusión que provocaban los horribles y ominosos colores.

Ceres era el hogar de la escoria que quedaba atrás en el polvero de la época. Toda iniciativa por deshacerse de lo malo se había perdido. Y cualquier capacidad de reforma o purificación que pudo haber resucitado la comunidad alguna vez, había muerto hacía mucho.

Ai No Kusabi - Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora