Capítulo 11

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La magnífica cabellera dorada del hombre era prueba de su clase privilegiada y su membresía entre los más altos rangos de la élite. Su penetrante y divina apariencia le otorgaba un aire de dignidad inalcanzable. La autoridad en su mirada hacía temblar a las personas.

Su tranquila voz rebosante de crueldad no tenía problema en apalear el orgullo de Riki. Según la opinión de este último, había sido creado a partir de las peores características del mismísimo satanás. Riki no sabía nada sobre él excepto que se trataba de un Blondie de Tanagura. Ni siquiera su nombre.

Por supuesto, si de verdad hubiera estado muriéndose por saber y se hubiera tomado el tiempo de investigar, probablemente se hubiera sorprendido al enterarse de que la información fuera tan fácil de conseguir. Pero incluso ahora, no estaba seguro de querer saberlo.

Y no era solamente porque estuviera dolido por su penosa experiencia.

Saber más, conocer solo su nombre, tan solo significaba caer aún más bajo el hechizo del hombre. El hecho era que pensar en él aunque fuera un poquito lo sacaba de casillas completamente.

El mercado negro traía a flote lo mejor de él, y para Riki el recuerdo de aquella noche era la única mancha vergonzosa de su alma. No quería pensar en eso de nuevo. Entonces ¿por qué, cuando podía descansar y relajarse entre trabajos, se le venía a la mente la imagen de ese rostro perspicaz? ¿Recordándolo como si estuviera impreso en su cerebro?

El dolor era tan imperceptible que podía ignorarlo, pero era un tipo de ardor que supuraba y cuya hinchazón no cedía. En momentos como esos, medio inconscientemente Riki bajaba la mano hasta el bolsillo de su pantalón y apretaba un llavero, chirreando los dientes. El objeto en sus dedos era la moneda dorada que el hombre le había arrojado ese día antes de marcharse.

"El cambio por el soborno que me forzaste a aceptar". Era lo que le había dicho a Riki. Riki pensó en tirarla por una alcantarilla, o mejor, dársela a Zach para que la cambiara por dinero en efectivo. Pero por alguna razón se la quedó; nunca antes había visto nada parecido y no tenía idea de cuál era su verdadero valor.

Por otro lado, no quería que los ojos perspicaces de Zach curiosearan acerca de su origen. Con el tiempo perdió el ímpetu de deshacerse de ella. Sería distinto si representase el botín de una buena batalla. La razón por la cual mantenía ese símbolo de degradación a su persona era un misterio para él.

Con el trabajo de mensajero cayendo del cielo, conociendo a Katze, viendo con sus propios ojos la forma en que Caracortada se había ganado la vida, Riki se había olvidado de la humillante moneda. Aunque de vez en cuando le embargaba el pensamiento de que quizás la conservaba como una advertencia, un recordatorio de la clase de mocoso ignorante que había sido.

Pero incluso entonces tenía la sensación de que cualquier intento era inútil. —¡Qué jodido está todo! —se regañaba, dándole vueltas a la moneda entre sus dedos y sosteniéndola a la luz. No resultaba tan inusual excepto por el deslumbrante diseño dorado al que nunca pudo acostumbrarse del todo. ¿Se supone que es una especie de cresta, de sello o algo así? Riki suspiró profundamente dándose cuenta de que estaba comiéndose la moneda con los ojos como si fuera la primera vez que la viera.

En eso, su compañero mensajero Alec se dejó caer sobre una silla. —Hola, bonito juguete el que llevas ahí —miró a Riki, sus ojos ocultos por sus omnipresentes gafas—. ¿De dónde lo sacaste?

 ¿De dónde lo sacaste?

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Ai No Kusabi - Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora