Capítulo 12

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Para ese día estaba programada una subasta en la cúpula subterránea Número Tres de Sasan (Área 8).

Normalmente las subastas eran llevadas a cabo en el centro de convenciones del Parque Mistral (Área 3), pero aquella era una subasta secreta para todos los artículos que no podían ser exhibidos en público. Como el evento en su totalidad iba a ser patrocinado por el mercado negro, el lugar de la subasta había sido rodeado desde antes por un grueso cordón de seguridad las veinticuatro horas del día, con entrada restringida a personal autorizado únicamente.

Terminal Número Cinco, piso subterráneo veinte. Las bodegas estaban silenciosas y en calma. Habiendo transportado el envío desde el sistema Delvia hasta el puerto de carga designado H-086, Riki volvió el rostro hacia el cielo y suspiró profundamente.

La operación había estado saliendo según lo planeado hasta que recogieron el envío en Delvia. Una tormenta eléctrica había iniciado de la nada, provocando un apagón de tres días en el puerto espacial, entorpeciendo la operación entera.

Alec y él habían contemplado las estelas plasmáticas retorciéndose a lo largo del enfurecido cielo. —Me estás jodiendo, ¿no es cierto?

—¡Maldita sea!

—¿Está ocurriendo de verdad?

—Si se trata de una broma, pues no me estoy riendo.

Habían murmurado aquellos comentarios sin sentido medio inconscientemente. Cuando una pérdida de tiempo imprevista se debía a una de las comunes calamidades naturales allá en la frontera y no a un error humano, no había nadie con quien desquitarse. Todo lo que podían hacer era esperar a que el tiempo mejorara.

Consecuentemente, el envío llegó el día de la subasta a último minuto, apenas coincidiendo con la fecha límite de esta. No era uno de los trabajos más bonitos. Y de no haber estado las bases para la subasta en Sasan, en el bien cumplimentado aeropuerto turístico, para nadie era un secreto cómo podrían haber resultado las cosas.

Riki no quería ni imaginarse el no llegar allí a tiempo.

El estrés tenía mucho que ver con un gran evento como lo era la subasta clandestina. Era la primera vez que Riki sentía tal presión. Habiéndose encontrado en problemas similares y habiendo ejecutado tareas como esas tantísimas veces, Alec lo había tranquilizado con alegría: —En momentos así no tiene sentido tratar de apresurar las cosas con la Madre Naturaleza.

Riki no hacía nada aparte de mirar por la ventana con creciente irritación, desperdiciando el tiempo, que era precisamente el tipo de experiencia que prefería no volver a repetir.

Por entonces, le dejaba los últimos detalles de la revisión de los documentos a Alec. Katze estaba en la cabina donde se llevaría a cabo la subasta, preparando los detalles de último minuto. Así que Riki se reportó usando su videoteléfono.

Katze podía darse cuenta de lo cansado que estaba Riki. —Buen trabajo —fue lo primero que le dijo, comunicando su gratitud con su típico semblante sin expresión—. Tómate un descanso y diviértete. Solo recuerda que los pases que te di no te dan acceso al piso de la subasta.

Habiendo dicho todo lo que a Riki debía incumbirle, Katze colgó, sin dejarle decir ni una sola palabra. Pero Riki quería presenciar esa subasta secreta. Y habiéndose extinguido la posibilidad tan rápidamente, masculló por lo bajo con frustración.

¿Qué tenían de diferente de las subastas normales llevadas a cabo en el Parque Mistral? Su curiosidad, sin embargo, era una expectativa muy alta para un mensajero subalterno.

Bueno, es una pena, decidió. No había necesidad de enojarse por eso. Estaba seguro de que vendrían muchas oportunidades después de esa. En todo caso era hora de descansar, y se sentía muy satisfecho de haber terminado ese trabajo por fin.

Ai No Kusabi - Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora