Capítulo 6

3.1K 195 45
                                    

El viento que soplaba desde la verde línea bajo el profundo cielo azul, se hacía más frío cada día. La luz del sol que teñía el cielo azulado en esa época del año era fresca y brillante.

Ceres. Una-cincuenta de la tarde.

El automóvil aéreo se movía con rapidez a través del concurrido centro urbano como la temblorosa lengua de una serpiente. Las multitudes se hicieron una en lo que aceleraba, rozando brevemente sus sentidos. Las luces traseras parpadeaban sin descanso mientras el vehículo se balanceaba y movía a lo largo de las avenidas, como publicitando la curiosa visión que resultaba.

La elegancia del cuerpo plateado de alta calidad era obvia a simple vista. Ni una mancha o desperfecto opacaba la superficie del metal. Aunque era de tamaño compacto, la estética funcional del cuerpo optimizado y ágil indicaba una eficiencia extraordinaria.

Esa exquisita gema que los moradores de los barrios bajos casi nunca tenían la oportunidad de observar, se abrió paso por la calle principal, dispersando la basura esparcida por el pavimento, agrupando el polvo en pequeños remolinos.

Directo al edificio, girando a la izquierda de la intersección.

Los espectadores se quedaron boquiabiertos por la sorpresa. No podían quitarle los ojos de encima.

Habiéndose entretenido hasta saciarse, aparentemente, y como si finalmente estuviese satisfecho con su presentación, el auto aéreo descendió por fin.

—¿Quién diablos era ese? —se preguntaban todos. ¿Piloteando esa cosa escandalosa y tan fuera de lugar hasta ahí?

Haciendo su camino a través de la algarabía inquisitiva, el auto aéreo descendió a tierra y se detuvo. Con la mayor de las gracias, y sin el más mínimo chirrido o queja, la puerta opuesta se abrió produciendo un suave sonido. La bulliciosa multitud se aquietó y contuvo la respiración en anticipación a lo que vendría en lo que la ágil figura de un hombre bajaba del auto. Al ver su cara, la conmoción se hizo peor.

Ahí estaba un refinado y elegante Kirie, casi irreconocible.

Su resplandeciente atuendo hecho a medida prácticamente brillaba sobre su esbelta silueta. Su pecho estaba descubierto solo lo suficiente para revelar una cadena dorada. El brazalete en su muñeca izquierda desprendía una luz única y lustrosa como si fuera parte del conjunto. Para todos los que sabían, no eran adornos de imitación.

La gente jadeó a su pesar, exhalando suspiros de envidia. Las miradas que lo acompañaban de codicia intensa alcanzaron una fuerza igual sino mayor, gradualmente circundándolo como enredaderas espinosas.

Con todo, la expresión de Kirie no cambió. Aparcando su coche de lujo que flotaba en el aire con el control remoto en la mano, echó a andar de una forma en la que pretendía sacudirse los ojos siguiéndolo, y giró a la izquierda en la primera intersección.

Al final de esa calle había un destartalado y viejo edificio. Se dirigió hacia el quinto piso utilizando el anticuado elevador, atravesando corredores levadizos en el corazón de la estructura. Se trataba de Laura, el escondite de reserva que Riki y el resto de la pandilla disponían.

Kirie se acercó a la puerta de color verde oscuro y se detuvo ahí. Por primera vez una sonrisa curvó sus labios. Aunque era muy improbable que aquella repentina sonrisa se debiera al hecho de pensar en volver a ver a sus viejos amigos después de tanto tiempo.

Había un pequeño panel en la pared de la izquierda, y con mano experta Kirie ingresó la contraseña. La puerta se abrió como presentándolo en escena.

Casi de inmediato oyó la voz sarcástica y franca de Luke. —Cielos, pensé que se trataba de algún maldito aristócrata armando todo ese jaleo.

Ai No Kusabi - Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora