Capítulo 13

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Riki no tenía idea de donde estaba.

Salvo que se encontraba en una habitación sin ventanas, rodeado por cuatro paredes de marfil. Una simple cama. Una silla y una mesa. Nada más. La puerta, la única salida, estaba bloqueada desde afuera.

La golpeó. Incluso la pateó. Pero esta ni se inmutó.

La habitación era una celda limpia y ordenada. Aparentemente había sido traído hasta allí desde ese lugar que le recordaba a un profundo océano azul. Lo último que recordaba era haberle lanzado un puñetazo a Iason. Sabía que aquel había sido un movimiento muy tonto.

Iason le había respondido propinándole un fuerte puñetazo en el estómago que lo dejó inconsciente.

Cuando despertó, estaba recostado en la cama ya mencionada, completamente apaleado. Sus bolsillos habían sido desocupados, le habían quitado el dinero, la tarjeta de identificación que Katze le había dado y la moneda unida a su llavero. Incluso el cuchillo mariposa que mantenía metido en sus zapatos en caso de emergencia se había ido. Todo.

Habiendo sido despojado de todas sus pertenencias y arrojado en esa celda, Riki no estaba de humor para calmarse. Al contrario. Su mente daba vueltas: ¿En qué mierda estaba pensando ese maldito? ¿Qué tenía pensado hacer exactamente, encerrándolo allí sin decir una palabra?

Riki sabía que debía estar pensando en otras cosas, pero para empezar, no tenía idea de cuales debían ser esas otras cosas.

¡Mierda!

Apretando los dientes Riki pateó la silla con todas sus fuerzas y la mandó a volar.


Sasan (Área 8). Cúpula de la torre Número Tres. La subasta secreta había terminado sin ningún contratiempo. Iason Mink no aprovechaba la puesta de sol para tomarse un respiro al aire libre, sino que, como siempre, se relajaba con su habitual gracia y autoridad en la oficina de su apartamento.

Se reclinó, hundiéndose en el sofá, cruzando sus largas piernas y miró la pantalla en la pared. Esta mostraba un canal de video de Riki torciendo los labios con evidente irritación. Iason ajustó la imagen con el control remoto y en un segundo la pantalla se llenó de un primer plano del rostro de Riki.

A pesar de su apariencia desaliñada y desgreñada, su cabello negro brillaba suavemente. Su flequillo no lograba ocultar la displicencia de sus ojos oscuros. Su mal humor aplastaba con firmeza las esquinas de sus ojos, repletos de sus ásperas y vulgares emociones.

Iason casi creyó poder escuchar el rechinido de sus dientes escapando de la delgada y severa línea entre sus labios. Ahí en frente de él había un sucio gato de callejón. Sin modales, sin clase y sin la más mínima pizca de disciplina o control. La vida de este impoluto e incivilizado "buen salvaje" brillaba con notoria luz propia.

Cuando se habían conocido bajo el llamativo brillo de neón de los anillos dobles de Midas, no le había parecido más que un orgulloso, ignorante y borracho niñito incapaz de reprimir sus feroces emociones. No tenía idea de cómo integrarse con los demás. No tenía otra habilidad social aparte de la de enseñar los dientes y gruñir como un perro.

Un mestizo de los barrios bajos.

Su decisión de hacerse el de la vista gorda y no aventarlo con la policía entonces, fue por puro capricho. Pero acompañarlo a ese lugar cuyo propósito era obvio desde el principio, y luego actuar movido por el deseo de humillar a ese chico, después de llevarlo a un grado de excitación que nunca antes había visto, por supuesto, no era más que ceder ante el capricho y dejar que la naturaleza siguiera su curso.

Ai No Kusabi - Vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora