XVIII

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Yungblud

Abro los ojos y me encuentro en medio de la oscuridad de mi habitación. Pero no mi habitación regular.

Estoy en la habitación de mi infancia, en casa de mi madre.

Frunzo el ceño e intento adaptar la vista. Todo me parece muy extraño. Dirijo la mirada a la ventana y me percato de que el paisaje luce tenebroso. Gris. Las ramas de los árboles se agitan con furia y el viento se escucha fuerte. Me pongo de pié y camino con inseguridad. miro hacia abajo y observo mi cuerpo, soy pequeño. Toco mis mofletes, los cuales se sienten más inflados y suaves. Corro hacia el espejo de cuerpo completo que está junto a la puerta de mi habitación y observo mi aspecto. Me veo como un niño...soy yo pero de unos nueve años. Pero..¿Cómo es posible?.

Las ventanas se abren de golpe y siento la ráfaga de viento entrar. Me abrazo a mi mismo. Escucho unas risas a lo lejos, no son de afuera, ni de algún lugar de la casa.

Vienen de mi mente.

Otra vez no, porfavor.

Se ríen de mi, porque no soy fuerte. Les gusta recordarme lo vulnerable que soy. Me piden que haga algo para demostrarles lo contrario. Me piden que haga daño.

Levanto la mirada al espejo nuevamente y las veo ahí, paradas detrás de mí. Se me hace imposible parpadear, mi respiración se queda atrapada en mi garganta y ellos se acercan, intentan tocarme. Las veo a través del espejo. Las sobras. Mis sombras...mis demonios.

Cierro los ojos fuertemente y tapo mis oídos para dejar de escucharlas.

-¿Dom?, ¿Estás ahí?-

Luego todos se quedan en silencio. Solo escucho una dulce voz. La angustia deja mi pequeño cuerpo y una cálida sensación se posiciona en mi pecho.

-¿Dom?- repite.

Abro mis ojos pero los entrecierro ya que los rayos del sol entran por la ventana, me cuesta acostumbrarme a la luz. Se pueden escuchar los pájaros en el exterior.

Volteo hacia la puerta y la veo ahí parada. Es Haley, pero una versión pequeña de ella. Sonrío y ella hace lo mismo.

-Te encontré- dice y camina hacia mi.

-Me encontraste.

Abro los ojos lentamente, siento mi cuerpo normal otra vez y caigo en la realidad.

Ha sido un sueño. Uno muy raro. Por lo general tengo pesadillas, pero jamás terminan de esa forma. ¿Una pesadilla se puede transformar en un sueño? No lo sabía. Sonrío sin motivo alguno, y eso me gusta, aunque una ligera punzada de decepción cruza por mi pecho al darme cuenta de que estoy solo en la cama. Me hubiese gustado que H se quedara ayer.

Ayer. La noche anterior se proyecta en mi mente como una película. Mis mejillas se enrojecen al recordarlo. Me encantó escuchar cómo mi nombre salía desesperado de su boca. Sus uñas enterrándose en mi espalda. El cariño que me demostraba. La forma en la que me miró mientras dábamos todo de nosotros. Se sintió bien entregarse por primera vez a la persona correcta.

Salgo de la cama y me dirijo al baño. Me pongo a pensar en Malcom, o mejor dicho, en lo que le hice. Tal vez debería preocuparme más. Sin embargo no lo hago.

Me río.

Me da risa porque se que está mal y no me importa. Estoy enfermo.

No se siente como si hubiese sido yo. Me sentía poseído en el momento en que le apuñalé. Poseído en el sentido que no razonaba como normalmente lo hago. Por lo general cuando me pongo furioso lloro como un niñito en una esquina de mi habitación por no poder hacer nada contra ello. Pero ésta vez... ésta vez fue diferente. No tengo remordimiento, no sentí absolutamente nada de culpa cuando lo hice. Mi mente estaba en blanco. Solo escuchaba una pequeña voz que me repetía constantemente que sería divertido cobrar venganza. Estaba cegado. Y de alguna manera ahora mi lado razional bloquea ese momento.

ANARCHISTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora