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-No hagas trampa, no puedes ver- dice Dom- es una sorpresa.

Yo resoplo pero de todas formas aparto las manos de la venda posicionada sobre mis ojos.

-Tengo que admitir que en el fondo soy de los que regalan flores, pero esto es un poco más especial.

Sonrío y camino con inseguridad a pesar de que él vaya guiándome el camino.

Puedo escuchar las hojas de los árboles agitándose gracias a la brisa nocturna. También puedo escuchar las ramas crujiendo bajo mis pies. En otro momento la escena hubiese sido un poco aterradora, pero ahora solo puedo sentirme impaciente y emocionada.

Siento los fríos dedos de Dom rozar mis mejillas cuando quita la venda de mis ojos.

Parpadeo un par de veces para acostumbrarme a la oscuridad. Cuando logro enfocar bien observo el lugar con asombro.

Es un espacio circular donde hay una fogata encendida en el centro. Hileras de luces blancas colgando de los árboles que rodean el espacio. Dos troncos grandes junto a la fogata y sobre ellos hay bolsas de Marshmallows y ramitas perfectas para ponerlos. El lugar parece mágico gracias a las estrellas y las luces.

Miro a Dom con una gran sonrisa plasmada en el rostro.

-Esto es...wow- digo- ¡es hermoso!.

Recorro el espacio embelesada, luego me acerco al chico y lo miro a los ojos unos segundos, el observa detalladamente todas mis expresiones. Enredo mis brazos al rededor de su cuerpo y el me abraza por los hombros. Mi corazón late fuertemente mientras me embriago de su perfume. Se siente tan bien abrazarlo, estar cerca de él, poder escuchar su respiración, sentir su calor. Apoya su mentón en mi cabeza y cierro los ojos.

- Te quiero H.

El aliento se me queda atascado a medio camino y la emoción se apodera de mí. Cierro mis puños sujetando su sudadera fuertemente.

-Te quiero Dom.

***

Llego a casa tarde, pero hoy nada me preocupa. Estoy relajada, no he podido dejar de sonreír y me siento más tranquila que nunca. Me quito la ropa y me lanzo sobre la cama. Me quedo dormida pensando e imaginando los relatos del club ritalin que Dom me ha contado mientras comíamos malvaviscos junto a la fogata.

-¡Hal!, ¡Levántate!- despierto gracias a los gritos de mi madre- tienes que irte.

Abro mis ojos perezosamente y miro la hora.

7:45 am.

¿Tan rápido?.

Me dirijo refunfuñando al baño. Es Lunes, ¡el mejor día de la maldita semana!.

Nótese el sarcasmo.

Con mis mejores ánimos, o al menos los mejores que puedo sacar, me alisto para ir al instituto e intentar no morir atropellada en el trayecto.

Salgo corriendo de casa ya que -como siempre- voy atrasada.

Mi cuerpo pesa y me rehuso a aceptar que es recién lunes y que queda todo el resto de la semana para asistir a clases.

Cuando me faltan al rededor de dos cuadras para llegar levanto la mirada al cielo y comienzo a rezar.

Comenzará a llover en cualquier momento.

-Oh no. ¿Porqué a mi? No ahora, por favor- digo mientras intento caminar más rápido, pero comienzo a sentir pequeñas gotas caer sobre mi rostro- me cago en todos los malditos santos que puedan existir.

ANARCHISTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora