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La alarma de mí teléfono sonó a las ocho de la mañana. Ya no tenía un empleo que me exigiera ciertos horarios, pero había olvidado quitarla. La apague pero por más que lo intente ya no volví a quedarme dormida. No tenía nada para hacer en casa tampoco, pero de todas formas salí de la cama y volví a limpiar todo. No habían demasiada cosas por lo que tomo menos de dos horas.

La casa contaba con un pequeño jardín pero estaba desprovisto de vida. Las rejas que dividían el terreno de al lado casi estaban a punto de caer y se empezaban a oxidar. Había intentado hablar con el vecino dos veces pero parecía que nunca estaba disponible. Recogí las hojas que dejaron los antiguos dueños y las puse en dos bolsas de basura.

Saque la ropa del guardarropas y la guarde por color. Mañana seguro encontraría una forma distinta de poner las cosas. Desarme mí neceser y lo ordene en una forma dónde pudiera tomar todo fácilmente si lo necesitaba de urgencia y lo guarde en el baño otra vez. Saque la maleta de debajo de la cama y la coloque dentro del guardasrropas, debajo de mis dos sacos.

Emma

El libro cayó antes de que cerrará las puertas y quedó abierto boca abajo. Lo levanté con una mano y mire la última oración con la que cerraba el capítulo.

Deje de intentar leer está novela dos días después de volver del hospital. Pensé que iba a ser fácil pero cada vez que lo empezaba todo lo que en algún momento fue doloroso volvía a mí mente y me hacía sentir en carne viva todo lo que perdí.

Puse el libro en la parte superior y cerré la puerta de nuevo. Ojalá pudiera superarlo y dejarlo atrás, ojalá cada vez que mire hacia atrás no doliera tanto.

Creo que a veces tiene que doler para que de verdad importe.

Mi Obsesión EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora