NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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Tommen se puso de pie dejando a su madre con la palabra en la boca. Cersei mantenía la mirada fija en su copa de vino sin saber muy bien qué responderle.
— No estás hablando en serio. —fue lo único que pudo formular.
El joven rey se detuvo en la puerta justo cuando estaba por salir de la habitación. Pasó horas ideando una forma de decirle esto a su madre sin que perdiera la cabeza, algo que sabía que era imposible. Aún así como rey debía mantenerse firme.
— Tal vez sea lo mejor.
— No, no lo es. —se opuso la rubia, levantándose de golpe de su asiento— ¿Quién te metió esa idea en la cabeza?
— Margaery la conoce, dice que es buena y que es mejor optar por la paz. No quiere que el reino esté en guerra otra vez, y yo tampoco.
— Margaery es una... —Cersei tuvo que tragarse todos sus insultos hacia la joven Tyrell si quería seguir teniendo la atención de su hijo— No, no puedo permitirlo.
— No tienes que hacerlo, madre. Soy el rey, y ya lo he decidido.
Cersei lo detuvo de nuevo cuando colocó su mano en la manija de la puerta.
— ¿Y qué harás? ¿Irás a buscarla hasta el norte? —inquirió, a lo que el rubio desvió la mirada— No te escuchará. Pon un pie en Winterfell y te matarán. Nos quieren muertos, quieren tu corona, tu trono...
— Eso es por lo que hizo mi hermano, por lo que le hemos hecho a su familia y a los Stark. —espetó con culpa, aún cuando él no había sido participe en nada.
— No, no te acercarás a ella. —se negó rotundamente.
— ¿Por qué, madre? Es mi hermana, no me haría daño...
— ¡No lo es! —exclamó
Tommen entonces comprendió. Si su madre decía que le quitaría la corona, eso sólo podría ser posible de una forma. Y de algún modo, todo empezó a tener sentido.
— Ella no es una bastarda como dijiste, ¿cierto? —cuestionó, con una extraña sensación de dolor en su pecho— Todo lo que dicen es verdad. Yo soy el bastardo.
Esa afirmación la tomó por sorpresa, tanto, que ni siquiera pudo negarlo. Intentó tomar la mano de su hijo pero él la apartó bruscamente.
— ¿Cómo pudiste? —le cuestionó con la voz rota, y después abandonó la habitación.
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WINTERFELL
Los Reyes en el Norte disfrutaban de un momento a solas, tomados de la mano caminando por el bosque como antes solían hacerlo. Las muchas responsabilidades que tenían ahora apenas les dejaba tiempo libre y esta vez lo aprovecharían.
