NUESTRA ES LA FURIA | Pesada es la corona y, sin embargo, ella la usa como si fuera una pluma. Hay fuerza en su corazón, determinación en sus ojos y la voluntad de sobrevivir reside en su alma.
Ella, eres tú
Una guerrera, una campeona, una luchadora...
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Y el tiempo pasó y la vida tuvo que seguir. Los meses volaron. En aquella ventana se encontraba la antigua Reina en el Norte, observando con ternura a su pequeño hijo corriendo por los jardines junto a Myrcella y las Serpientes de Arena. Esa alegre risa era lo que la motivaba a levantarse cada día. Su ahora abultado abdomen resaltaba sobre los finos y livianos vestidos que solía usar. Todo volvía a ser como antes, pero a la vez no. Ese sentimiento de vacío en su interior aún no desaparecía y dudaba mucho que lo hiciera. Por las noches aún lloraba, miraba al cielo nocturno reprochándole a los dioses su crueldad.
El dolor había causado un gran cambio en ella. Ya no reía como antes, mucho menos bailaba. La última carta que recibió de Winterfell había sido hace meses y sólo le decían que no tenía nada de que preocuparse. Y la verdad es que ella tampoco insistía en saber, el norte le traía recuerdos dolorosos. Sir Royce le había informado hace poco que todo en Bastión de Tormentas estaba listo y en orden para cuando ella regresara. No veía la hora de hacerlo, después de la celebración que se daría en unos días, ella partiría.
— Luces radiante. —alagó el Príncipe Doran— El embarazo te sienta bien.
Lena sonrió ligeramente y acarició su barriga con cariño. Recordó cuando le dió a Robb la noticia. El joven lobo lloró por un largo rato, luego la besó apasionadamente y no salieron de la habitación en todo el día. Tuvieron que mantenerlo en secreto debido a los complicados asuntos que se presentaron, y luego la desgracia ocurrió.
— Pero enserio, hoy te ves mejor. Siempre pido que te recuperes, que sigas adelante. Espero que esté funcionando.
— Quiero seguir adelante, pero eso significa olvidarlo. Y no estoy lista para dejarlo ir.
— No tienes que hacerlo. —aclaró— Él siempre estará contigo. Pero si tú alma está llena de odio y rencor, nunca sanarás. No cambiará lo qué pasó.
— No me importa. —espetó ella— Cuando el momento llegue les haré pagar por lo que hicieron. Pronto se arrepentirán de haberse metido conmigo. Ellos me quitaron todo, yo haré lo mismo.
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El lugar estaba adornado con las flores más bonitas de Dorne. Arianne y Lena se habían encargado de cada detalle para hacer la celebración más especial. Trystane movía sus manos nervioso y sus pies daban golpecitos en el suelo. Cuando se anunció la llegada de la novia, todos se pusieron de pie. Myrcella entró. Lucía un hermoso y delicado vestido blanco con detalles dorados, hecho de las más finas telas del lugar. Jaime entró con ella entrelazando su brazo con el de él.
